-¿Una buena foto en portada vende periódicos?

-Una foto que describe un acontecimiento sin palabras tiene una gran fuerza visual porque es entendible por todo el que la vea. Un niño de cuatro años, que no sabe que la b con la a es ba, puede entenderla. No necesita traducción simultánea. Esa es la fuerza de la fotografía periodística o documental. Pero de ahí a que venda periódicos...

-Kapuscinski decía que en prensa hay muchas maneras de no contar la verdad sin llegar a mentir. ¿Es la fotografía la disciplina que menos miente, porque lo se ve es lo que hay?

-También decía algo que utilizo en todas mis conferencias: "El periodista debe ser indeseable, inoportuno y certero en su impertinencia". La fotografía debe ser siempre rigurosa, capaz de mostrar la fuerza y el contenido de una situación. Y esto ocurre muy pocas veces. Sin el texto y sin el apoyo de otras formas de presentar una información es muy difícil que ocurra. "Una fotografía vale más que 1.000 palabras" es una estupidez. Diez palabras pueden valer más que todas las fotografías juntas.

-¿Cómo pone usted el equilibrio entre foto de la verdad y foto espectacular?

-Siempre he dicho que, incluso en una guerra, donde lo más espectacular es el bang-bang, se puede trabajar sin la necesidad de que eso sea lo más importante. Por ejemplo, de Robert Capa me interesa más la fotografía que tomó en la trastienda de la guerra que sus imágenes "montadas". Una fotografía sangrienta puede ser espectacular pero no contar tanto como otra más reflexiva, que muestre el dolor de la guerra. Un tipo muerto quizá no sea tan importante: se entierra y se acabó. Pero un herido grave, alguien sometido al estrés postraumático o que recibe un impacto brutal y se vuelve loco, esa foto puede tener mucha más trascendencia y fuerza.

-Hay fotógrafos como el fotoreportero Steve McCurry que sostienen que para explicar la guerra es mejor acudir a lugares periféricos e, incluso, tiempo después del conflicto mismo.

-Cuando hago un taller de fotografía y les hablo a los alumnos de, por ejemplo, de los Balcanes, les enseño las fotos más evidentes de la guerra. Todo, en color. Hay fotos fuertes, duras, de combates, de muertos, heridos, gente en las fosas, etcétera. Y luego les digo: "Eso que habéis visto son fotos que cuentan pequeños fragmentos". Después, les enseño mi trabajo de verdad, en blanco y negro, en el mismo sitio, una labor más a largo plazo, como la del cerco de Sarajevo, el trabajo de dos años que publiqué en un libro. En él sólo mostré dos muertos descubiertos. Era más importante mostrar a los vivos: cómo se enfrentaban al cerco, a la violencia. Fueron esas las imágenes que tuvieron más trascendencia con el paso del tiempo.

-Dele un par de consejos al que quiera fotografiar la crisis.

-Ése es un tema muy interesante, con muchas vertientes y posibilidades. Aplicaría lo que hice en Vidas minadas. Por un lado, una historia general, y luego historias personalizadas, buscando que cada historia tenga su propia esencia y su propia fuerza. Y haría un trabajo de documentación importante. Cuando miro Vidas minadas, recuerdo historias que me costó mucho encontrar, como quedarme cinco días buscando en fichas personajes que me podían servir. Hay que tener la paciencia de buscar la historia.

-Tengo una cámara con unas prestaciones excelentes, y he hecho cientos, miles de fotos a lo largo de mis vacaciones por todo el mundo. ¿Por qué no soy fotógrafo?

-Es como decir por qué no eres periodista si escribes bien. La esposa del rey no sólo tiene que ser fiel, sino que tiene que demostrarlo. Un fotógrafo debe tratar de ser aquella persona que con una cámara sabe mostrar la realidad, que no tiene por qué ser artística, puede ser periodística o documental. La fotografía puede ser abstracta, artística o cualquier tipo de especialidad. Pero tiene que saber hacerlo, y esto no es fácil. Hay muy poco margen de trabajo. Las fotografías que superan el escollo del tiempo son pocas. Lo importante es hacer un buen proyecto. Eso son palabras mayores.