La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) considera que la acuicultura es la fuente de proteína animal que más crece, y aporta cerca de la mitad del pescado consumido globalmente. El próximo año 2012, más del 50% del pescado consumido como alimento procederá de la acuicultura.

Los datos hablan por sí solos y son aceptados sin ningún aspaviento por los mercados, los productores, los gobiernos y hasta las organizaciones ecologistas que, por contra, se oponen a las modificaciones genéticas en distintos aspectos de la agricultura.

Que las reservas de animales marítimos considerados comerciales disminuyen a pasos agigantados no es nada nuevo para el ciudadano que, sin embargo, pone ciertos reparos a la congelación del pescado porque prefiere éste en fresco y, a ser posible, del día. Cuestión de educación, o de hábitos procedentes de un tiempo en el que el recurso pesca era el más fácil y el que estaba más al alcance de las economías menos potentes. El hambre, las ganas de comer, siempre se han combatido en Galicia con la aportación del pescado adquirido o capturado. Pero en la actualidad el pescado no resulta demasiado asequible -a pesar de que su precio es el mismo de hace 20 años- por la fragilidad de la economía personal de sus consumidores: una comida, una cena, se arreglaba en cualquier lugar de Galicia con unas caballas saladas cocidas, unos arenques, unas sardinas, unas fanecas (fritas o cocidas), unos jurelitos o el siempre socorrido bacalao (en su defecto, la maruca).

Hoy, y parece evidente, el bacalao no está al alcance de todo el mundo y son escasos -dos parejas- los buques españoles que lo capturan. Los precios de las otras especies señaladas también parece altos porque existe la creencia generalizada de que el pescado -frito o cocido- no alimenta y deja con hambre a quien lo come.

Escasea, pues, el pescado, en su estado salvaje y se quiere sustituir ahora por el procedente de la acuicultura. Un mal menor, dicen, mientras el maíz transgénico se persigue duramente en distintos países comunitarios. ¿Hay modificación genética en los peces procedentes de piscifactorías?... ¿No se está haciendo con estos lo mismo que se hizo en su momento con los animales estabulados alimentados con piensos que tenían de todo menos pescado? ¿Es el pienso que se suministra a las piscifactorías tan seguro como para que nadie llame la atención en torno a lo artificioso de la alimentación de estas animales marinos que se consume bajo los auspicios de los defensores de la acuicultura que, curiosamente, son muchas veces los mismos que critican los sistemas y artes de pesca salvaje?

La amiga acuicultura no va a contribuir en exceso a facilitar puestos de trabajo con los que paliar los que se pierdan en el sector pesquero. Y entonces comeremos todo aquello que se produzca en granjas para tranquilidad de los que, promoviendo la sostenibilidad de la pesca salvaje, alaban una industria que, como la que engorda atunes y salmones, dicen no produce problema algunos a unos animales que nacen en libertad y mueren por sobredosis de tranquilidad.