Consiguió salir de todo aquello, y lo hizo de manera luminosa: además de escritor, es un reputado ilustrador. Sus dibujos han acompañado los artículos de Javier Cercas y de Trias de Bes en El País Semanal. Ha colaborado habitualmente con Público, y su talento se ha desparramado por varios frentes: fichó por la agencia Veer (creada por John Newton, director de arte de la edición norteamericana de Rolling Stone), ha publicado en biblias globales del medio gráfico como Communication Arts y ha diseñado portadas para bandas de Los Ángeles.

-Ha escrito una historia dura...

-¡No! Todo el mundo lo dice, pero me he cortado mucho. He contado sólo el principio de los ochenta, cuando empezó a entrar la heroína en el barrio. La etapa más dura es la que vino después. Cuando me lo dicen, me pregunto: '¿Qué clase de vida habéis vivido?'.

-Una historia situada en el barrio chino, para algunos un lugar de cierta libertad frente a la creciente cultura de la restricción.

-Sí, es como ir al zoo. Como cuando, en Nueva York, llevaban a los turistas al Bronx en autobuses enrejados. Aunque las cosas no han cambiado tanto, sólo han evolucionado desde aquellos dos o tres años tras la llegada del PSOE al Gobierno y la entelequia de la movida madrileña, en los que se pensaba que vivíamos en una libertad total. La sensación nació al mezclar la salida del franquismo con seguir siendo el tercer mundo y, al mismo tiempo, pretender ser europeo. Pero los barrios periféricos demostraban que era sólo un intento de teñirlo todo de modernidad.

-Tras contar una historia en primera persona, ¿se siente agotado, aliviado, satisfecho sin más?

-Te quedas mal. Recordar todo aquello sólo me produce una enorme tristeza. No quería meterme otra vez en ese mundo.

-¿Costó encontrar con Tomeu el estilo de dibujo apropiado?

-En absoluto. Tomeu es un dibujante puro. Clásico. Yo soy ilustrador y dibujante, pero él tiene algo muy difícil de encontrar: la capacidad de contar con imágenes. Podría ser un gran director de cine. Da igual el guión que le den: él puede cogerlo y hacer su parte.

-¿Por qué los dibujantes locales tratan tan poco lo local y suelen dedicarse a asuntos más elevados?

-El problema del arte, sobre todo en cómic, es que es muy precario. Aquí hay talentos enormes, por ejemplo, Guillem March, un dibujante extraordinario que al principio hacía un trabajo algo más personal, y ahí lo tienes ahora: trabajando para DC Comics, que en cine sería como trabajar para Spielberg. Ahora bien, es un trabajo comercial. Si quieres ser artista, tienes el problema de que nunca tendrás libertad total. Por otra parte, todo el mundo tiene derecho a vivir dignamente.

-La adrenalina crea adicción. Y como ya no roba coches, ¿qué le estimula a día de hoy?

-Siento una cierta nostalgia de aquella época, que arrastré durante muchos años. Las cosas eran muy complicadas y muy radicales en 1980, 1981, 1982, pero había una lealtad absoluta, una idea de la amistad por encima de absolutamente todo. La idea de 'me voy a partir la cara por ti con quien sea aunque no tengas razón' va mucho más allá de la familia, es un cobijo. Todo eso lo destrozó la heroína. No quedaron amigos, ni familia, ni lealtad.

-Según Los Chunguitos, sigue habiendo mucho perro callejero. ¿Han cambiado los condicionamientos sociales pero los resultados son los mismos?

-Somos gente de clase baja que hemos vivido el '¿Qué vamos a cenar esta noche?'. Mi madre decía: 'Gabi, come pan con la ensalada porque no sabemos si vamos a cenar'. La precariedad no ha desaparecido, sólo se ha transformado.

-Ya anunció una secuela de Historias del barrio. ¿Será igual de dura y descreída?

-Sí, será una mirada atrás comprensiva. Scott Fitzgerald lo escribió al principio de El gran Gatsby, cuando el padre dice 'Si te sientes tentado de juzgar a los demás, piensa que no todo el mundo ha tenido tus mismas oportunidades'.

-Miguel Gallardo sostiene que el sector siempre ha estado en crisis y que por tanto el cómic será de los que menos se resienta de los próximos recortes presupuestarios, ¿está de acuerdo?

-Estoy seguro de que el Premio Nacional de Cómic desaparecerá el año que viene. Y ahora que hasta Mariano Rajoy ha reconocido que no se va a crear empleo, en este país se sigue pensando que la cultura no genera ingresos. ¡Y no es cierto! Es verdad que el cómic siempre ha estado en crisis pero, ¿cuándo la poesía ha vendido millones de libros? Algunos autores de cómic no entienden que nosotros deberíamos ser como los poetas: crear arte, vendas o no.

- 'Odio a la gente pero me gustan las personas', dijo en 2008. ¿Sigue vigente?

-Para mí, sí. Me gustan las personas una a una, pero la humanidad da asco. Ya lo decía Charles d'Orléans, en la cita con la que Houellebecq abre su último libro: 'El mundo está harto de mí y yo estoy harto del mundo'.

-Acaba el cómic con un 'Tan sólo éramos unos niños. Maldita sea'. Tal vez es un exceso de positivismo, pero seguro que vivir tan rápido tan joven tiene alguna ventaja.

-La primera vez en mi vida en la que vi algo positivo fue cuando Max (Premio Nacional de Cómic 2007) me dijo: 'Yo tuve una infancia y una adolescencia muy aburridas. A mí no me pasó nada. Y las tuyas fueron muy divertidas; míralo así'. Y me convenció. Viví cosas que muchos no vivieron ni en treinta años, y ahora prefiero pensar que fue divertido.