"Lo sacaron a pasear tres veces, pero, por suerte, en ninguna de ellas llegaron a matarlo". Son palabras de Silvia Santiago, hija de Silvio Santiago, el escritor ourensano (Vilardevós, 1903-Santiago, 1974) que vuelve a estar de actualidad después de que el Consello da Cultura Galega haya digitalizado sus fondos documentales.

Son más de 3.500 documentos que sirven para acercarse un poco más al republicano y sindicalista anarquista que era Silvio Santiago cuando estalló la Guerra Civil y el galeguista en el que se convirtió tras exiliarse en Venezuela durante dos décadas. También sirve para conocer mejor las relaciones entre los gallegos que vivían en aquel país, y los vínculos que tuvo con los que se habían quedado en Galicia. Entre todos esos documentos hay cartas con Castelao, Otero Pedrayo, Eduardo Blanco Amor, Francisco del Riego, Ramón Piñeiro, Camilo José Cela o Manuel Fraga.

Cuando estalló la Guerra Civil -tenía 33 años-, Silvio Santiago ya sabía que no le esperaba nada bueno. Su pasado, y presente, como sindicalista anarquista y republicano le ponían en el punto de mira del bando nacional. A finales del 36 fue encarcelado unos meses en Verín y después pasó a la cárcel de A Coruña. Por el medio hubo un emotivo encuentro con su hermano, Jacinto, que también estaba detenido. No pudieron ni abrazarse. Los dos estaban esposados. "Tú también, Silvio", cuenta Silvia Santiago, que le dijo su tío a su padre cuando se encontraron en Celanova. Era la última vez que iban a verse.

Silvio aún pasó varios meses en la cárcel de A Coruña, hasta que en la mañana del 2 de abril de 1937 fue liberado. "Que se marche, que no se quede ni un momento por aquí", le dijeron a su familia cuando salió por la puerta. La advertencia no era una broma. "Por la tarde lo fueron a buscar", relata Silvia Santiago, pero, afortunadamente, ya no estaba. Ese mismo día le cuentan que a su hermano, director del periódico republicano La Zarpa, lo sacaron de paseo hace unos meses y no volvió. Sus otros ocho hermanos también han sido represaliados. Lo único que le queda es el exilio.

Sin tiempo ni para hacer la maleta, el mismo día de su liberación se marcha a Vilardevós para despedirse de su madre e inmediatamente junto a su hermano y otro amigo huyen de noche a Portugal a través de los montes.

El país vecino tampoco es un buen lugar para quedarse. El dictador Salazar apoya a los nacionales. Aún así, el escritor vive "muy asustado" un par de meses en Portugal hasta que le consiguen documentación a nombre de uno de sus hermanos. En 1938 se sube a un barco en Lisboa con destino a Cuba, donde también están exiliados otros dos de sus hermanos. Allí vive menos de un año. En 1939 viaja a Venezuela, donde se establecerá en Caracas durante dos décadas.

"Llegó sin nada y lo paso muy mal al principio. La peseta estaba por los suelos y no valía nada. Los premios que recibió por sus escritos fueron un alivio", relata su hija Silvia Santiago.

A partir de su llegada a Venezuela, el escritor ourensano desarrolla una intensa actividad cultural, realiza un trabajo constante a favor de la cultura gallega y comienza su giro personal hacia un galeguismo militante. Impulsa tres sociedades de emigración: Lar Gallego, Centro gallego de Caracas y Casa Galicia. Tres lugares donde se reunían y mantenían contacto los gallegos en Venezuela.

También dirige y presenta una programa de radio, Hora gallega, funda la revista Galicia y colabora en varios periódicos venezolanos. Gracias a estas colaboraciones se gana la vida y así es como también recibe el premio a la mejor crónica (1942) y el premio nacional de periodismo (1943).

Con el paso del tiempo se convierte en un mecenas cultural. Parte de las cuotas de las sociedades de emigración las envía a Galicia. También él aporta dinero de la familia. Sus contribuciones sirven para poner en marcha la editorial Galaxia, la Fundación Penzol o el diccionario de Eladio Rodríguez.

Además convence a personajes como Camilo José Cela, Eduardo Blanco Amor, Domingo García Sabell, Francisco Fernández del Riego o Ramón Otero Pedrayo para que viajen a tierras venezolanas e impartan conferencias a los gallegos que viven allí. "Su afán era culturizar a los gallegos que estaban en Venezuela y demostrar que Galicia era importante", asegura su hija Silvia Santiago.

¿Y que fue Silvio Santiago? ¿Un empresario, un escritor, un periodista, un dirigente político, un sindicalista, un impulsor de medios de comunicación...? "Nunca diría que fue un empresario. Era muy altruista. Dio mucho dinero de su bolsillo", responde su hija. "Él diría que era un galeguista y como consecuencia de ello escribió libros y artículos, fundó tres sociedades de emigración, hacía programas de radio o invitaba a ilustres gallegos para que diesen conferencias", resume Silvia Santiago.

Silvio Santiago es conocido, sobre todo, por su faceta de escritor, no solo de artículos de prensa, sino también de libros. Tiene publicados dos: Vilardevós (1961) y O silencio redimido (1973), que durante diez años se topó con la censura franquista. Originalmente tenía un prólogo de Camilo José Cela en el que aseguraba que era la mejor novela escrita hasta ese momento en lengua gallega. Ambos libros son de carácter autobiográfico. En los 3.500 documentos que se acaban de digitalizar destaca una serie de cartas entre Silvio Santiago, Manuel Fraga (ministro de Información y Turismo entre 1962 y 1969) y los escritores e intelectuales gallegos Francisco del Riego, Camilo José Cela o Ben-Cho-Shey, en las que se narran las vicisitudes para poder publicar O silencio redimido.

En una de ellas, según relata Silvia Santiago, hija del escritor, Camilo José Cela le dice a Silvio Santiago: "Soy amigo de Fraga y voy a hablar con él para ver si nos dejan publicarla". En 1963 Manuel Fraga recibe a Silvio Santiago en A Coruña para abordar la publicación del libro.

Asegura su hija que Silvio Santiago siempre contaba que en la habitación "había un foco potente" que le impedía ver a Fraga. "Solo lo veía en la penumbra", relata.

Silvia Santiago recuerda que el ministro de Turismo le dijo que el libro estaba muy bien escrito "pero la censura no lo iba a permitir". O silencio redimido vio la luz en 1973, diez años después de que el escritor lo terminase y tres años después de su muerte.