Una poderosa Internacional Jesuita está gobernando actualmente los destinos de Europa, según observó -en tono jocoso- el presidente del Consejo Europeo Herman Van Rompuy ante la escogida audiencia del Foro Ambrosetti que estos días se reúne en Italia. Para hablar de la crisis, naturalmente.

Van Rompuy hizo notar que entre los líderes formados en colegios de la Compañía de Jesús figuran el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, o los primeros ministros de Italia y España, Mario Monti y Mariano Rajoy; además de él mismo. A eso podría añadirse aún desde Galicia una nota de color local, dado que el anterior copresidente de la Xunta, el nacionalista Anxo Quintana, pertenecía también a esa escuela. Hay que poner huevos en todas las cestas.

Si bien formulada en tono de broma, la hipótesis de Van Rompuy da nuevas pistas sobre la mano misteriosa que mueve los mercados y hace subir y bajar a su capricho la prima de riesgo. Los teóricos de la conspiración apuntaban hasta ahora a los judíos, que son los sospechosos habituales en estos casos; aunque tampoco faltasen en el elenco otros acusados como el Club Bilderberg, la Trilateral o los pérfidos especuladores que manejan el FMI en la sombra. Todas estas logias y algunas más aspirarían a hacerse con el control del planeta sin más que poner a los gobiernos nacionales bajo sus órdenes.

Lo de los jesuitas no es nuevo, por más que suene algo antiguo. A los miembros de esa orden se les ha atribuido toda suerte de maquinaciones más o menos fabulosas para hacerse con el poder así en la Iglesia como en el mundo. Todavía hoy circulan por ahí iluminados como un tal Greg Szymanki, que defiende una teoría según la cual los jesuitas controlan el Vaticano y promueven el nuevo orden mundial bajo la inspiración de su Papa Negro.

Lógicamente, el belga Van Rompuy se limitaba a ironizar cuando habló de la más bien inexistente Internacional Jesuita. No ocurre lo mismo, sin embargo, con los que se toman perfectamente en serio estos asuntos y dan por hecha la presencia de secretos conspiradores tras los altibajos del mercado. Nada nuevo, por otra parte. Desde el asesinato de Kennedy hasta la muerte de Elvis Presley, todas las teorías de la conspiración han gozado de gran resonancia, aunque por desgracia resultasen imposibles de demostrar.

Más notable resulta aún el hecho de que los nuevos teóricos de la conjura a escala planetaria militen sobre todo en el bando de la izquierda, tradicionalmente vinculada a la razón. Se diría que el viejo progresismo se ha instalado ahora en esa variante mágica del pensamiento que tiende a explicar mediante tenebrosos manejos y complós cualquier fenómeno difícil de entender. El comportamiento a menudo enigmático de las Bolsas, por ejemplo, no sería la consecuencia de la actuación de los inversores, sino una oscura confabulación dirigida por la mano que mece los mercados.

Dada esa pasión por la cábala y el misterio aplicados a las finanzas, era inevitable que un día u otro volviesen a caer bajo sospecha los jesuitas, que tantas suspicacias han despertado históricamente. Van Rompuy lo ha dicho en broma, pero mucho es de temer que los rastreadores de conspiraciones se lo tomen al pie de la letra. Y así ampliaremos el repertorio de malos a quienes echarles la culpa de lo que nos pasa.

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