"Hice todo lo que pude"

Aparentemente tenso, incómodo. Así pareció estar el ex subinspector de la Capitanía Marítima de A Coruña, Serafín Díaz Regueiro, designado capitán marítimo de esta ciudad tras ejercer 34 años su profesión en la inspección y haber navegado como maquinista naval jefe poco más de un año. El que fue proclamado "héroe" del Prestige al lograr arrancar máquinas para que el monstruo marino dejara de verter fuel tras lograr el adrizado y navegar por sus propios medios, se encorajinaba: "¿Me toma usted de broma?", espetó.

Fue un duro interrogatorio, ante el que Díaz Regueiro entró en ciertas contradicciones y recurrió, como es habitual, al clásico "No recuerdo". Consideró que el mantenimiento de la máquina del Prestige "no era bueno"; que tras el arrancado de máquina no se registraba vibración alguna en el buque; que salía bastante carga de fuel por el boquete de estribor del navío y que este, al poner en marcha la máquina, había mejorado sustancialmente la escora (que llegó a ser de 40º para pasar posteriormente a entre 6 y 7º) y se refirió a lo que consideraba "sabotaje" del jefe de máquinas del Prestige en un intento vano de lograr que la máquina permaneciera en parada, como si existiese un oculto deseo de varar el petrolero.

Coincidió con el entonces capitán marítimo de A Coruña, del Real, al decir que la cubierta del barco estaba impracticable debido a los "residuos" de fuel que las olas esparcían por toda ella y que no permitió extraer las muestras de carga que buscaban. El abogado hizo hincapié en que dispusieron de más tiempo para subir al puente y bajar a las cubiertas donde se hallaban las oficinas-camarote del capitán y el primer oficial para hacerse con "documentación importante", cuestión que para Serafín Díaz aparentemente fue secundaria porque lo prioritario, en su segunda visita al Prestige, era lograr muestras del fuel que éste transportaba. Sacó pecho en varias ocasiones Díaz Regueiro: "Yo sé lo que tengo que hacer", "Estoy bajo juramento y soy legal", "Hice todo lo que pude", "No veo fantasmas" (al referirse al presunto sabotaje en la máquina).

Serafín Díaz Regueiro calló durante siete años que disponía de un elemento que puede ser importante para el caso: el croquis del Prestige dibujado por el primer oficial de este, señalando tanques, distribución de los de carga y lastre, mamparos afectados, etc. y, en ocasiones, se vio como "acusado" respondiendo con preguntas a las a él formuladas por el letrado Zabaleta. No debió ser una experiencia gratificante el testificar sobre lo acaecido con el Prestige, y la presumible incomodidad y tensión de Serafín Díaz así pareció reflejarlo. Como ocurrió también cuando se le pregunto por su amistad con López-Sors y las relaciones con compañeros de Inspección Marítima, algunos de los cuales, dijo, habían ganado "oposiciones políticas" para desempeñar funciones en niveles superiores al suyo.

Ni héroe, ni villano. Serafín Díaz Regueiro puede no haber visto fantasmas, pero hacen pensar su silencio en determinadas cuestiones o su recurso al "no voy a contestar a esas preguntas". Luis López-Sors, su amigo y superior jerárquico, sentado en su nube, sonreía beatíficamente, como si estuviese por encima del bien y el mal. Incluso cuando el subinspector marítimo recordó que había indicado al jefe de máquinas del Prestige que si no colaboraba, se las tendría que ver con la Guardia Civil. Esta, en efecto, se llevó arrestado al capitán Apostolos Mangouras, quien acabó en la cárcel de Teixeiro.

El martes, nueva conexión con el pasado.