-¿Qué es la Economía del Bien Común?

-Es un proyecto que pretende desarrollar una economía que sirva a los intereses generales. La gente enumera en todos lados los mismos valores: honestidad, confianza, responsabilidad, tolerancia, solidaridad... Cuando estos valores se viven en la economía, no se recompensan, no conducen al éxito y por eso no se viven. También se basan en los valores de las constituciones de países, como la dignidad, la justicia y la democracia..., y estos valores son ampliamente compartidos por los ciudadanos. Lo que hace falta es que las empresas que funcionen con estos criterios sean premiadas por un orden establecido.

-¿Y esto cómo se cuantifica?

-En la práctica económica hay unos valores. Hoy en día utilizamos el PIB para medir el desarrollo, y el beneficio financiero para medir el éxito de una empresa, y para ello utilizamos el dinero. Pero el dinero es solo el medio y no su objetivo. El éxito de un proyecto siempre hay que medirlo en función de los objetivos y no de los medios. Este es un error metodológico del que no nos damos cuenta. Nosotros proponemos que midamos el éxito, según la consecución de los objetivos conforme con las constituciones teniendo en cuenta la satisfacción de las necesidades, la calidad de vida y bien común. Es tener en cuenta el producto del bien común en vez del PIB y el balance del bien común en vez del balance financiero.

-Al margen de la satisfacción por trabajar con estos valores, usted propone que las empresas tengan ventajas para así poder resultar competitivas.

-Sí. Nosotros proponemos que, cuanto más ecológica, democrática y solidaria sea una empresa, más ventajas legales o fiscales tenga en su actividad. Son criterios puntuables de forma que, unos buenos resultados en el balance del bien común, se traduzcan, por ejemplo, en una reducción del IVA, incluso hasta cero, mientras que, cuanto menos se ajuste una empresa a estos valores, pague más. Igualmente, una reducción de los aranceles hasta llegar al comercio libre para estas empresas mientras que las que no respeten los valores fundamentales tengan unos aranceles más altos, de forma que sus productos sean más caros. También deben disponer de unas condiciones crediticias favorables con bajo interés. Se trata de premiar y potenciar esta forma de trabajar y es algo que debemos conseguir de los gobiernos.

-¿Se ha empezado ya a aplicar estas ventajas en algún lugar?

-Aún es pronto. Hace falta una transición hacia el modelo final, pero hay algunas empresas que ya empiezan a tener buenos resultados con estos balances. En Austria, en algunas comunidades autónomas, ya están recibiendo incluso ventajas materiales. El proceso, además, no es sólo el trabajo con las empresas, sino también una vertiente democrática en el bien común. Todos reivindican que se reescriba el orden económico y esto puede durar años, pero, cuando cuaje, tendremos el marco legal que pondrá en ventaja a estas empresas.

-Los consumidores también podemos elegir a las empresas que tengan un mayor índice de bien común.

-Claro. Los consumidores estarán informados. Cuando esto sea legal, aparecerá en los productos el sello con el balance de bien común de la empresa completo con cinco colores en función de su implicación y a primera vista el consumidor podrá conocer los valores de una empresa determinada y tenerlo en cuenta. Cuando se aplique, esto será por vez primera una economía de mercado eficaz con la información de los productos. Puede que el año próximo ya tengamos ese semaforito de cinco colores.

-¿Hay ya alguna empresa que cumpla con estos valores?

-Ninguna los cumple todos, es casi imposible y tiene que haber un proceso de transformación que yo creo que se verá en diez o quince años, pero ya hay ejemplos interesantes. Por ejemplo Seken, una cooperativa de agricultura biodinámica en Egipto, o una tienda de moda ecológica de Viena que se llama La Diosa de la Fortuna. En Alicante está la empresa Microviña, cerca de Muro, que fabrica vino ecológico y que responde a muchos de los valores que defendemos. Hay unas 300 empresas de seis o siete países.

-¿Está teniendo buena acogida su teoría?

-Muy buena. En febrero del año pasado la presentamos en España y ya tenemos 30 grupos de apoyo, lo que llamamos campos de energía que están difundiendo estos criterios en las empresas, universidades y diferentes entidades. Y esto ha sucedido solo en el espacio de un año.