-¿Qué diferencia al bullying actual del acoso de toda la vida al empollón, el gordito o el amanerado de clase?

-Las nuevas tecnologías, nada más.

-¿Y qué han provocado?

-Le han puesto voz, cara y cuerpo al maltratado. Antes te pegaban una paliza, te humillaban o te insultaban en el cuarto de baño del colegio o en el pasillo. Pero ahora graban esas vejaciones y las cuelgan en internet. Eso hace que se expandan al mundo.

-Sus consecuencias también se expanden al universo.

-Sí, antes se podían cambiar de colegio los niños maltratados y así intentaban rehacer su vida. Pero si a ti te han grabado imágenes mientras estabas en el retrete, o duchándote tras la clase de Educación Física, o con las calzoncillos bajados en el vestuario, o recibiendo insultos, por mucho que te cambies de colegio, de país o acabe tu vida escolar, eso queda colgado en la red. Estés donde estés y para siempre.

-Es decir, el ciberbullying prolonga los efectos del acoso?

-No los prolonga, no; los hace imborrables. Porque en el caso del bullying tradicional, la víctima se hace mayor y puede ir cogiendo seguridad y superándolo. Pero si hay imágenes suyas con los calzoncillos bajados con 12 o 14 años, eso se queda toda la vida en la red.

-¿Y borrarlo es imposible?

-Hoy por hoy no puede borrarse.

-¿Hay más diferencias con las herramientas tecnológicas?

-Sí. El maltrato es el mismo, pero hay un matiz importante: en el ciberbullying, el maltrato no es cara a cara. Antes, en el bullying, cuando se atacaba a alguien, ver el miedo o el dolor en el rostro de la víctima podía frenar a los agresores. Porque eso es humano. Pero ahora, con los mensajes cibernéticos, no se ve el rostro de la víctima y el mal puede ser exponencialmente mayor. No hay nada que frena al agresor. Y hay otra cuestión importante: antes eran los machos, los chulos o los cabecillas del grupo los que iban contra los diferentes: los amanerados, los gorditos, los empollones, los que llevaban gafas, los de otra etnia o país, etc. Sin embargo, ahora hasta las personas más débiles de la clase, aquellas que podrían ser objeto de bullying tradicional, pueden ser también los ciberagresores. Porque no se tienen que enfrentar físicamente a nadie. Así se incrementa la violencia: antes atacaban los fuertes, ahora pueden agredir todos.

-¿Y qué forma adoptan esas agresiones?

-Fotos, grabaciones, comentarios, insultos? Todo se cuelga en la red o se envía por mensajes. Lo que antes era más o menos privado, ahora pasa a ser público. Ha aumentado mucho el maltrato psicológico. Y también hace que se desconozca quién está agrediendo, porque las identidades se ocultan.

-¿Cuáles son las consecuencias del ciberacoso?

-Hay mucha diferencia entre el bullying y el ciberbullying. He tenido pacientes de ambos tipos y no tienen nada que ver. La víctima del bullying puede cambiarse de colegio, o incluso de pueblo, y si su nuevo entorno ya no se mete con él, se normaliza, coge seguridad y siente que ha pasado una pesadilla y se abre otra etapa. En cambio, si hay imágenes, vídeos o comentarios insultantes sobre él en la red, aunque se cambie de colegio y de pueblo tendrá miedo a que sus nuevos compañeros vean lo que está colgado sobre él. Por ello, arrastra una inseguridad constante y mucha angustia. Se ha cambiado de pueblo, pero sus agresores siguen estando en la red. Además, cuando acaba la etapa escolar y se casa y tiene hijos, sus hijos pueden topar en internet con las fotos humillantes de su padre. O su jefe. Es un ciberdelito, y esa imagen le perseguirá toda la vida.

-Con consecuencias brutales.

-Sí, a veces llegan al suicidio. Mucha gente joven se suicida porque ve que no tiene fin. El asedio es constante: no hay límite, aunque te cambies de país. Creo que nuestra sociedad no estaba preparada para un cambio tecnológico tan grande en los últimos veinte años. No tenemos ni los medios ni los expertos para abordar esta problemática.

-También los profesores sufren violencia en el aula.

-Hay mucha, mucha, mucha, mucha. Es exagerado.

-Y en secundaria, la etapa más difícil, ¿qué pueden hacer los profesores para evitarlo?

-Marcar la autoridad desde el principio. El primer día ha de fijar las normas y las reglas de clase. Incluso firmar un pacto de convivencia con castigos contemplados.

-¿También el ataque contra los profesores es cibernético?

-Sí, en YouTube colgaron el vídeo de una profesora con melena a la que le quemaron el pelo por detrás y casi se le incendia la cabeza. Hay otro vídeo sobre un profesor al que le pegaron una paliza. Y eso no tiene límites geográficos.

-¿Y cuál es la prevención?

-La educación. Eso abarca la familia y el colegio. Se empieza desde preescolar con cosas tan simples como enseñar a trabajar en grupo, dejar el turno de palabra, ser empático con el compañero o no hacer nada que a uno no le gustaría que le hicieran. Es educación prosocial.

-¿Cómo viven los padres de los niños acosados o ciberacosados?

-Muchos no se enteran. Antes, en el bullying tradicional, el niño podía llegar a casa con moratones, con heridas o sus padres veían que desaparecía ropa de marca o adelgazaba en exceso. Eso hacía presumir que la cosa era grave. Pero en el ciberbullying hay pocas marcas. Desgraciadamente, nuestra sociedad solo alza la voz cuando hay muertes o heridas, sin saber que antes de la muerte y la herida está el maltrato psicológico, que es el padre de todo. Y, además, con imágenes que te lo recuerdan constantemente. Pero muy pocos padres se enteran. Y lo que aún es peor: mucha gente adulta está colgando fotos de sus hijos en Facebook, y no saben que esas fotos son utilizadas por pedófilos. Internet no es un álbum de fotos para los amigos.