Cuando hay alerta por fenómenos costeros, la Xunta aconseja evitar diques o rompientes para prevenir un golpe de mar que pueda arrastrar a la gente. Pero el día 6, cuando el litoral estaba en alerta roja, el mar se llevó a tres integrantes de una familia de Valdoviño ( A Coruña) que se había acercado al faro de A Frouxeira en Meirás a recordar al abuelo, en el mismo sitio donde recientemente habían esparcido sus cenizas. Hasta el momento solo apareció un cuerpo y continúan las labores de búsqueda.

Al caer las víctimas desde un acantilado, probablemente el fallecimiento no se produjo por ahogamiento sino a causa de un "politraumatismo" parecido al de alguien que impacta en el suelo desde una altura de "cuatro plantas", si la pared de roca es de 15 metros. Así lo señala la doctora María Pardo, de Urxencias Sanitarias de Galicia-061, quien indica que en ese contexto pueden sufrirse además contusiones "continuas" contra las piedras del acantilado, en cabeza, tórax o abdomen, "golpe sobre golpe", que pueden causar la muerte.

No se sabe con certeza cómo fue la ola que se tragó a la familia coruñesa, pero los que trabajan con energía undimotriz o los que diseñan infraestructuras para resistir a sus embates, conocen la fuerza de este elemento. El profesor de Ingeniería Marítima y Portuaria de la Universidade de A Coruña, Enrique Peña, explica que el oleaje ese día "se produjo fundamentalmente por mar de fondo" -un oleaje que llega desde mar adentro-, caracterizado por "altos períodos", el tiempo entre una cresta de la ola y la siguiente. Estos períodos fueron "de entre 22 y 23 segundos", lo que tacha de dato "extremísimo". Además, es el componente que más incide en la energía de una ola, más que la altura, por lo que las del día 6 fueron "muy energéticas".

En relación al suceso de Valdoviño, a falta de datos, apunta como "posible explicación" que el oleaje golpease en la parte de abajo del acantilado y que pudiese haber subido "con mucha potencia hacia arriba, como un cañón" y una "masa de agua enorme" cayera sobre las víctimas, las tirase al suelo y luego se "resbalaran o cayeran" hacia el mar. Indica que al parecer, "toda la vegetación del acantilado quedó arrasada", lo que casa con que la ola pegue abajo y suba hacia arriba a una velocidad enorme "dejando todo como un cuchillo". Las olas que rompen por abajo, señala, "son muy peligrosas". Por esa razón, para aguantar los golpes de los rebases, se refuerzan también los diques por el interior.

Peña valora que las infraestructuras portuarias "en general se comportaron razonablemente bien a la espera de cuantificar daños con más detalle" para la "acumulación de temporales de duraciones relativamente cortas, pero muy energéticos y seguidos" que sufrió la comunidad.