La organización ecologista Greenpeace ya alertó en 2009 de que el cambio climático empezaba a afectar a Galicia. El aumento progresivo de las temperaturas y de las lluvias en invierno y otoño mientras escasean en verano ha provocado que el nivel del mar en las costas gallegas subiese una media de 2,5 centímetros por década. Y según las previsiones seguirá aumentando hasta 30 centímetros en 2050. Greenpeace advertía ya hace cinco años de que la tropicalización del clima gallego supuso cambios en las capturas marinas y eran más frecuentes las de especies procedentes de aguas cálidas al tiempo que se reducen otras claves en la economía gallega como el mejillón. También según la asociación ecologista el sector forestal gallego sufre los efectos del cambio climático al crecer el riesgo de incendios y de nuevas plagas. Ahora es otra asociación ecologista, Amigos da Terra, la que avisa de un nuevo sector que deberá hacer frente a las nuevas condiciones climatológicas: el agrario.

La organización acaba de publicar un estudio en el que destaca que las señales de estas variaciones ya se detectan en el campo gallego como se pudo comprobar -aclaran- el pasado invierno con las ciclogénesis explosivas que dejaron pérdidas económicas en el agro gallego de hasta siete millones de euros. De cara al futuro, los agricultores de la comunidad tendrán que ponerse manos a la obra para adaptar sus cultivos a las inclemencias meteorológicas. Amigos da Terra recomienda al sector que busque nuevas variedades y especies agrícolas que sean más resistentes y puedan soportar mejor las elevadas temperaturas y la escasez de agua durante la época estival, pero también las precipitaciones torrenciales y las heladas del invierno.

Además del cambio de variedades, Ángel do Río, técnico de Amigos da Terra, apunta que uno de los efectos más destacados será la alteración de los calendarios de cultivo porque ya en los últimos años se ha notado que los árboles frutales florecen antes de la primavera y si en esa fase hay heladas "la mayoría de la producción corre el riesgo de estropearse". El experto recomienda que en estos casos el aumento de las temperaturas obligaría a adelantar uno o dos meses la plantación de los frutales. Y lo mismo ocurriría con la patata de secano o los cultivos de huerta. En estos últimos sería necesario además -indica- controlar los sistemas de regado para evitar que haya escasez de agua en los periodos más secos.

La organización ecologista ha estudiado los efectos en un cultivo en concreto: el tomate de A Limia. Los técnicos de Amigos da Terra constataron que con el cambio climático las precipitaciones coincidirían menos que ahora durante el ciclo de reproducción del tomate. Do Río explica que se espera que al haber menos lluvias en verano y un aumento del número de días con temperaturas por encima de la media. Ambos factores podrían mejorar la viabilidad del tomate al permitir temporadas de cultivo más prolongadas. Pero desde Amigos da Terra alertan, por otra parte, de la irregularidad y la intensidad de las precipitaciones durante todo el año favorece el cracking del tomate, es decir, una ruptura de la piel cuando está casi maduro que puede echar a perder gran parte de la cosecha.