Durante los años más duros del franquismo, muchas familias condenadas por el régimen mantuvieron encendida una luz entre las tinieblas de la represión. Hoy, viejos, y algunos todavía con miedo, rebuscan en sus recuerdos y luchan contra los que les llaman a olvidar. No pueden. Y tampoco quieren. Porque en su memoria siguen los más de mil gallegos paseados durante la Guerra Civil. Su único anhelo es encontrar el lugar donde fueron enterrados sus padres, abuelos, tíos o hermanos hace ya más de 70 años.

Algunos siempre supieron dónde fueron sepultados aquellos cuerpos vencidos. Todavía hoy van a rezar a sus muertos en cunetas, montes o tapias de cementerios. Otros, sin embargo, no saben en qué lugar están enterrados sus familiares, pero sobre esos viejos huesos algunos vecinos del lugar colocaron piedras para que no se olvidara que allí yacen los restos de una víctima del franquismo.

Antropólogos y forenses de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), grupo originario del Bierzo leonés promotor de las primeras exhumaciones del franquismo en España, han abierto en sus 15 años de trabajo voluntario un total de 171 fosas en España, casi una veintena en Galicia -diez en Lugo, cuatro en Pontevedra, dos en A Coruña y una en Ourense- y han puesto nombre a más de 1.300 cuerpos, aproximadamente un 8% de los más de 114.000 desparecidos. De ellos más de medio centenar fueron identificados en exhumaciones realizadas en la comunidad gallega -los restos de 28 víctimas fueron recuperados en Lugo, 16 en Pontevedra, 7 en A Coruña y uno en Ourense-. A esta cifra hay que sumar otras 75 búsquedas sin éxito por todo el territorio nacional, diez de ellas en Galicia.

En la actualidad tienen 113 fosas en proceso de investigación abierta con más de 500 cuerpos sepultados. En 63 de estos enterramientos, cinco de ellos en Galicia, las pesquisas están más avanzadas. Es el caso de una fosa en Amenal (A Coruña), San Tirso de Abres (Asturias), donde yacen los restos de un maestro de Trabada (Lugo) junto a otros cinco asturianos, y las aldeas lucenses de Teilán, Vilarmea y Rao. "Estas fosas son las que están más avanzadas en cuanto a investigación, permiso, familiares...", comenta el Marco González, vicepresidente de la ARMH.

Después de que casi cuatro años sin partida alguna reservada en los presupuestos generales del Estado para proyectos de memoria histórica, el equipo de la ARMH cuenta con nuevas aportaciones para recuperar el nivel de trabajo que tenían hasta 2012. Las exhumaciones del año pasado se financiaron con una donación de 6.000 euros del sindicato noruego de electricistas Elogit. Para los trabajos de este verano, considerada la temporada alta para la búsqueda de desaparecidos durante el franquismo ya que los voluntarios de la asociación aportan su trabajo durante las vacaciones, la ARMH cuenta con una nueva donación de los trabajadores noruegos así como de 100.000 dólares de dotación económica tras recibir el premio ALBA/Puffin al Activismo en Pro de los Derechos Humanos. Estos fondos permitirán "salvar" la actividad de la asociación y su laboratorio de Ponferrada, en peligro de desaparición por la falta de ayudas destinadas a actividades relacionadas con las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo.

"La falta de financiación desde el año 2012 hizo que bajáramos el ritmo de trabajo. Es muy triste decirle a una familia que no puedes hacer la exhumación porque no hay dinero para poder hacerlo", lamenta el vicepresidente de la ARMH. Si hasta 2012, los arqueólogos y forenses de la asociación realizaban una media de 15 a 20 intervenciones cada año en España, en los dos últimos años no pasan de cinco o seis. "Esta es una labor que debería estar en manos del Estado; pero al Estado no le interesa", cuestiona Marco González.

El tiempo juega en su contra. Su reto es devolver a los familiares los restos de sus allegados, pero la avanzada edad de los solicitantes que contactan con ellos impide que muchos puedan decir que aquellos huesos vencidos de sus padres, abuelos, tíos o hermanos "descansan en paz". Uno de estos casos es el de la fosa en Amenal, cuyos trabajos comenzaron en 2007. Las investigaciones y trabajo de campo de la ARMH permitieron recuperar los restos de tres víctimas del franquismo, que fueron entregados a sus familiares en 2011. Pero en la finca donde se hizo la exhumación quedan todavía dos cuerpos. El hijo de uno de ellos, Eladio, fue el que más luchó. Falleció hace unos meses. La ARMH no da el trabajo por terminado en esa fosa y aunque Eladio ya no está espera que el propietario del terreno les permita entrar de nuevo con sus equipos y desenterrar el último cuerpo. "Es el único caso que se nos presenta en España, el del propietario de una finca que se cierra en bloque y no nos da autorización para continuar la exhumación. Si hubiera una implicación el Estado esto no ocurriría", cuestiona Marco González.