Sebastián Roa Autor de 'El ejército de Dios'
"Escribiría aunque fuera sexador de pollos y no inspector de policía"
El autor viaja al imperio almohade en la España del siglo XII en su última novela histórica y no ve remedio al yihadismo: "Es como caminar hacia el arcoíris"
Alfons García | valencia
Tras el éxito editorial de La loba de Al-andalus, el policía y escritor Sebastián Roa sigue indagando en la España musulmana bajo el formato de la novela histórica.
-¿El siglo XII no queda muy lejos con la que está cayendo hoy?
-Literariamente, el contexto temporal es lo de menos. Los mecanismos narrativos de Sófocles o Eurípides, hace dos milenios y medio, apuntaban a las mismas fibras que ahora se erizan con una novela emocionante. Por lo demás, quien no conoce su pasado está condenado a repetirlo. Y no todos los pasados lo merecen.
-¿Los almohades son los padres
-Más bien hermanos mayores. La base ideológica es la misma, aunque no es igual desarrollar una yihad en el siglo XII que en el XXI. Y está la diferencia de evoluciones entre Occidente y el Islam radical. Eso es una ventaja en muchos casos. En otros, nos pone en una situación delicada.
-¿Tiene remedio el yihadismo?
-No creo. La superstición, como la violencia, es inherente al ser humano. Es bueno tener esperanza, claro, y también luchar contra la ignorancia, pero esto es como caminar hacia el arcoíris. Avanzar, avanzaremos, y seguro que disfrutamos del camino, pero jamás llegaremos.
-Al final, tan fanáticos parecen los cristianos como los musulmanes? ¿Esa es la lección: nos creemos diferentes, pero no lo somos tanto?
-El fanatismo no es patrimonio de ningún credo, ni las religiones son malas per se. El hombre, auténtico lobo para su especie, es quien escoge la excusa: la pertenencia a una raza superior, el mandato divino, un montón de dinero...
-¿Ve los reinos musulmanes de Valencia o Sevilla como un paraíso perdido?
-Hubo momentos en que sí: ciudades como Valencia vivían en la vanguardia. Pero no de edificios rompedores y políticos de cóctel, como ahora, sino de líderes reales, poetas, filósofos y pujanza económica. En cualquier caso, prefiero la época actual.
-¿Conocer la Edad Media es entender la realidad pluriforme de la España actual?
-No, aunque resulta una excusa muy socorrida. En realidad, nuestra historia medieval nos muestra un objetivo común que, consciente o inconscientemente, se mantiene durante siglos. Algo así difícilmente se encuentra en otros estados modernos. Creo que las diferencias hemos de buscarlas en tiempos más recientes, y no tanto en el conocimiento de la historia como en el ansia por manipularla.
-¿Por qué el peso del erotismo en la novela? ¿Es lo obligatorio en la literatura de hoy?
-El sexo ha movido al hombre a lo largo de su historia. A veces se han resuelto más situaciones políticas en la cama que en el campo de batalla o en las cancillerías. Sobre todo, el erotismo resulta un recurso socorrido y atractivo en novela, sea del género que sea.
-Ha sido alumno de escritura de Posteguillo. ¿A escribir se aprende?
-Si tu profesor es Santiago Posteguillo, aprendes sí o sí. A narrar, a diseñar personajes y tramas... Desgraciadamente no puede decirse lo mismo de todos los presuntos profesores de literatura creativa que, con el boom de la autopublicación, aparecen debajo de cada piedra. Está claro que algo tiene que poner el autor de su parte, pero un buen guía no viene nada mal.
-¿La literatura es su oasis, el contrapeso de su tenso día a día como inspector de policía?
-Contestar que sí sería muy novelesco, supongo. Pero creo que escribiría aunque fuera sexador de pollos o taquillero de cine. Dicho esto, admito que sí, que escribir me despeja de la realidad cotidiana.
-¿Se aprende más en los libros o en las calles y las comisarías?
-Se aprenden cosas distintas, casi todas muy válidas. Supongo que también ocurre en los hospitales, en los institutos o en las redacciones. Si me dan a elegir, me quedo con los libros. Todo está en ellos. La prueba es que son lo primero en arder cuando se acerca la nada.
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