La fiebre del wolframio repunta en Galicia después de la edad de oro que concluyó en los años cincuenta. El material, conocido también como tungsteno, fue empleado como aleación para fabricar armamento, pero también en numerosas aplicaciones como piezas industriales de perforación. Dos empresas han reactivado el interés por esta actividad en dos de las principales minas de la comunidad, actualmente sin actividad.

El proyecto más maduro es el liderado por la multinacional Sacyr, que este año adquirió el histórico yacimiento de San Finx, en el concello coruñés de Lousame, en el que quiere retomar la actividad este mismo año, según fuentes de la Consellería de Economía e Industria, de la que dependen la dirección xeral de Enerxía e Minas. De esta salieron validados los permisos para la multinacional y se encuentra a la espera de recibir "en próximas fechas" el plan de labores. Una vez supere este último trámite, ya podría comenzar la extracción. La compañía rehusó comentar sus planes en este yacimiento a preguntas de este diario.

La mina de San Finx pasa por ser la de mayor tamaño de Galicia, además de la última en activo en la extracción de un mineral cuya cotización alcanza los 35 dólares de media por tonelada.

La depreciación del wolframio provocó el declive de la mina y su cierre en los años ochenta. Hace una década se retomó el interés y en 2011 se obtuvieron de ella 15 toneladas que se elevaron a 124 un año después, según los datos del censo minero estatal. En 2013, último ejercicio del que el Ministerio de Industria dispone de datos, no produjo nada porque la firma propietaria de la explotación entró en concurso de acreedores. El Juzgado de lo Mercantil número 2 de A Coruña decretó ese año su liquidación debido a sus problemas económicos.

Esa misma empresa, Incremento Grupo Inversor, era la que poseía los derechos no solo de San Finx, sino también de las minas de Varilongo, en el concello de Santa Comba. A ellas también ha llegado el interés por lograr el preciado material, que también cuenta con aplicaciones en la fabricación de circuitos eléctricos o teléfonos móviles, si bien la maquinaria pesada es su principal destino debido a su dureza y alto punto de fusión.

Fuentes de la dirección xeral de Enerxía e Minas aseguran que no cuentan con peticiones formales de derechos o información acerca de esta explotación. Sin embargo, una empresa de capital inglés en su mayoría ya ha fijado sus ojos en la explotación no solo de wolframio, sino también de estaño, utilizado para crear la hojalata de las latas o también como aleación para soldaduras. De hecho, en los próximos días está prevista la visita de ingenieros y personal técnico a la explotación para calibrar sus posibilidades y comenzar la tramitación de permisos para inyectar actividad.

La mayoría del wolframio procede ahora de China, por lo que el resto de sus competidores creen que deberían diversificar sus fuentes de aprovisionamiento y reducir su dependencia. A ese mercado podría destinarse la producción de Galicia, que surtió a media Europa del mineral hasta mediados del siglo pasado. España también ha concentrado su producción en la mina Los Santos, situada a cinco kilómetros al sur de Salamanca. Conocida como Barruecopardo, suya fue íntegra la producción en 2013 del tungsteno a nivel estatal, según los datos del Ministerio de Industria. De allí salieron 960 toneladas parte de una producción de minerales metálicos que movió 817 millones, incluyendo plomo, cobre o cinc a nivel estatal.

La firma que explota el yacimiento es de capital estadounidense. Almonty Industries adquirió en 2011 la mina por 20 millones de dólares, según los datos del Instituto Geológico y Minero de España.