El océano se tragó a Aylan. El pequeño de tres años sobrevivió a las bombas, pero no al mar ni a los muros que separan un Oriente Próximo en guerra de Europa. Su imagen, en la arena de una playa turística de Bodrum (Turquía), llegó a todos los rincones del mundo y se convirtió en icono del drama que viven miles de sirios en busca de una oportunidad fuera de su país en guerra desde hace más de cuatro años. La historia de los niños que huyeron de la Guerra Civil pudo ser la de Aylan, pero ellos encontraron una valla en su huida de los bombardeos y los combates en España. La URSS, Francia, Bélgica, Inglaterra, Suiza o Dinamarca fueron algunos de los destinos de los más de 30.000 menores de entre 3 y15 años sacados de España tras el estallido de la contienda. En la posguerra, otros 70.000 menores escaparon de la miseria y el hambre rumbo a un destino incierto.

Siete décadas después de la evacuación y del traslado a colonias escolares, la mayoría sigue residiendo en los países que años atrás le acogieron. Solo unos pocos regresaron a su tierra natal. La mayoría, cuando se jubilaron. Es el caso de Araceli Ruiz Toribios, hoy presidenta de la Asociación Niños de la Guerra. Fue uno de los 1.100 menores que zarparon a la URSS desde Gijón en septiembre de 1937. La mayoría de los que embarcaron aquella noche eran hijos de mineros. En ese carguero francés también viajaba Libertad Fernández, de Langreo. Alejandra Marcova, nacida en Rusia, se casó con un niño de la guerra, Manolo, que llegó a presidir el centro español de Moscú y militar en el Partido Comunista.

El viaje en la bodega de un carguero de carbón hasta Francia, y desde ahí en un trasatlántico ruso hasta Leningrado, los años de escuela en la URSS, la morriña de la tierra, el estallido de la II Guerra Mundial, sus estudios universitarios o su etapa en Cuba. Son algunos de los recuerdos que compartirán hoy y mañana Araceli y Libertad, acompañadas por Alejandra, durante su visita a Galicia. Las tres participarán hoy en el Ateneo de Ferrol a las 19.30 horas en una charla-coloquio sobre la aventura forzosa que miles de niños empezaron tras el estallido de la Guerra Civil. Y mañana impartirán una conferencia a las 10.30 horas en el Instituto Neira Vilas de Perillo y ya por la tarde, a las 20.00 horas, una conferencia en el Fábrica de Oleiros. El acto fue organizado por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) en colaboración con otras entidades.

A ninguna se le olvida cómo fue la llegada a Leningrado. En España eran "bastardos republicanos" y en San Petersburgo les recibieron con pancartas de Bienvenida los hijos del heroico pueblo español. Los "niños españolitos" iban para estar tan solo unos meses en la URSS, pero la gran mayoría se quedaron toda una vida. En el caso de Araceli, Rusia fue su casa durante cuatro décadas.

Entre libros, juegos de trineos, visitas al teatro y recuerdos de su familia a casi 4.000 kilómetros de distancia, los niños de la guerra pasaron su infancia y adolescencia y celebraron el fin de la Guerra Civil en España. Ese paréntesis de paz poco duró. En 1941 fueron testigos de la II Guerra Mundial. Sintieron que los conflictos les perseguían y el que se avecinaba se preveía mucho peor.

Los alemanes invadieron Rusia y empezó a faltar de todo en el país que se lo había dato todo. Libertad recuerda el miedo que pasaba cuando los aviones alemanes sobrevolaban la ciudad. Había veces que por las noches los sacaban varias veces de la cama y los trasladaba a un refugio. En una ocasión, una bomba cayó sobre una de las casas de colonia escolar de la que minutos antes los habían sacado los profesores.

No tardó en llegar la evacuación a otras regiones Rusia en la retaguardia de la guerra. Entonces comenzaron a sufrir las penurias de la guerra. Una lucha diaria por sobrevivir a los bombardeos, el hambre y el frío.

De Rusia a Cuba

Terminada la contienda, los niños de la guerra fueron concentrados en Moscú, en una casa para quienes querían seguir estudiando y en otras para los que querían dejar los libros. Araceli y Libertad fueron a la Universidad. A los dos años de terminar sus estudios en la facultad de Economía, estalló la revolución cubana. Araceli y su marido se fueron de traductores a Cuba porque necesitaban a gente que hablase español y ruso ya que ni los rusos hablaban español ni los cubanos ruso.

En esos años, Libertad trabajó para el Estado ruso como economista y traductora de Español en el Ministerio de Telecomunicaciones.

Pero no solo Araceli se traladó a vivir durante años a Cuba -allí conoció Fidel Castro y a su hermano Raúl y también al Che, con quien trabajó-, Libertad se fue a principios de los años 60 a La Habana, donde se casó y trabajó como experta de economía en la Academia de Ciencias.

"Era un fuera de serie: inteligente, humano, generoso... Lo tenía todo", recuerda Araceli del Che. El comandante se interesó por los niños de la guerra. Le preguntó por sus padres. Ella le contó que nada sabía de ellos desde que los había visto por última vez hacía ya 30 años, cuando había cruzado el mar del Norte y el Báltico huyendo de la Guerra Civil. "Pero si Cuba no ha roto relaciones con España...", le contestó el comandante. Al cabo de un mes, los padres de Araceli estaban en La Habana. El día que se reencontraron no pudo hacer otra cosa que llorar cuando los vio bajar por las escaleras del avión. Después de tanto tiempo, casi se había olvidado de cómo eran.

Araceli regresó a Rusia y hasta que se jubiló estuvo en Radio Moscú. Su marido y ella volvieron en el año 69 a España de vacaciones, pero la policía franquista no les dejaba en paz. Les interrogaban sobre su pasado en Rusia y en Cuba.

Muerto Franco, Araceli regresó a España. También al jubilarse y fallecer su marido, Libertad, que había pasado 36 años en Cuba, se asentó a España.

Desde joven, Alejandra, nacida en Moscú, estuvo en contacto con los niños de la guerra. En 1951, con 17 años ingresó por tuberculosis en el hospital y fue ahí donde conoció a niños españoles, entre ellos Manolo. A los cuatro años se casaron. Y tan solo un año después de darse el sí quiero, regresó a España el primer grupo de exiliados, entre ellos las dos hermanas de su marido. Manolo, que había estudiado Económicas, falleció en Moscú sin poder regresar a la tierra de la que había huido décadas atrás. Alejandra cumplió el sueño que Manolo no pudo: regresar con su hija, su yerno y su nieta a su tierra natal.