La Cooperativa de Armadores de Vigo (ARVI) considera que ha llegado el momento de reemprender la actividad en lo que siempre ha sido su objetivo primordial: pescar. Y pescar, además, innovando. Muchas veces, enseñando a aquellos que, por su condición de país ribereño, era y es dueño de unas aguas en las que la mejor flota europea -y posiblemente del mundo- establecía el camino a seguir.

Así fue, por ejemplo, en Namibia, país que, en cuanto accedió a su independencia, lo primero que hizo fue limitar, primero, la actividad pesquera de los buques gallegos y, finalmente, expulsar a una flota que para las autoridades locales parecía no ser ya necesaria.

En tal decisión, se dijo entonces, podía haber influido una multinacional de la pesca. Nunca se pudo demostrar fehacientemente, pero lo cierto es que medio centenar de barcos congeladores gallegos se vieron obligados a emprender viaje de regreso a la comunidad gallega, a la espera de una nueva ocasión.

Esta surgió en aguas de NAFO y, como antes en Namibia, la flota gallega de buques arrastreros congeladores mostró su capacidad de adaptación y "descubrió" para el mundo el fletán negro, un pez de escasísima rentabilidad comercial que, no obstante, alcanzó cuotas de gran popularidad. Este hecho despertó la codicia de Canadá -amo y señor de NAFO con la aquiescencia de Francia y Reino Unido- y el país norteamericano inició un acoso y derribo que finalizó con la expulsión de aquellas aguas de casi todos los buques gallegos que en ellas faenaban.

Apresamientos, acoso por mar y aire, sanciones y hasta abordaje de los pesqueros con personal armado, derivó en la conocida como guerra del fletán en la que, otra vez, la flota gallega era la más perjudicada y sin que la UE hiciese valer su condición de miembro de NAFO en representación de los intereses pesqueros de los países comunitarios entre los que España estaba y está.

El congelador Estai, entre otros, fue el abanderado en aquella lucha de cuyo resultado final se benefició Canadá, país que, casi 30 años después, abre de nuevo posibilidades de pesca para los buques gallegos, olvidando o no queriendo recordar lo ocurrido en los años 80.

Coincide todo esto con la permanencia en aguas namibias de una veintena de barcos españoles -casi todos gallegos- tras largas negociaciones y la fijación de un precio sustancialmente superior al que se pagaba anteriormente por pescar la merluza local y, de paso, enseñar a los nativos a pescarla.

Y coincide también, increíblemente, con la cesión de Argentina para que unos 70 buques arrastreros congeladores españoles -también en su mayoría gallegos- regresen a aquellos caladeros australes en los que las fragatas, patrulleras y aeronaves argentinas acosaron y acusaron a los pesqueros con bandera española de pescar ilegalmente en sus aguas cuando lo que verdaderamemte hacían -antes de constituirse en empresas mixtas- era faenar al límite de las 200 millas de su Zona Económica Exclusiva. Cuánto sufrimiento para, ahora, caer en la cuenta de que para Argentina -también para España, indudablemente- es importante disponer de una flota moderna, repetuosa con el medio ambiente, eficiente y más potente y no solo los viejos candrays chinos y coreanos que han merodeado constamente sus aguas propias. La apertura de Malvinas a los intereses gallegos causó problemas a los argentinos.

ARVI sabía que todo esto tenía que producirse algún día. Persistió en su idea, y ahora, como quien no quiere la cosa, ve con satisfacción cómo más de un centenar de buques pueden volver a pescar y a generar nuevas expectativas de mercado e incluso de trabajo para un país que ya no puede ni siquiera sostener su flota de bajura (tampoco la de Gran Sol) porque la UE sigue sorda y ciega ante España y la dependencia de Galicia de la pesca.

Esta comunidad debe, efectivamente, recuperar el tiempo perdido. Ojalá sea, también, para demostrar la eficiencia de los armadores -de los políticos no se espera ya nada- y las posibilidades que la mar ofrece lejos de las zarpas de la CE.

Galicia desguazó demasiados buques. Ahora hay que construirlos.