Malpica, martes 24 de mayo. La caja de jurel se vende a cinco euros; pero el precio, siempre a la baja en la subasta tradicional de las lonjas gallegas, desciende a 1,75 euros. Por kilo, entre 0,50 y 0,175 euros. Un amigo, marinero de toda la vida, me dice, muy seguro de sí mismo: "Más barato que un pitillo. Y, mientras, el pescado de las piscifactorías, subvencionado y recomendado. Vergonzoso, ruinoso".

No es un cuento. Es la pura realidad. Y lo es en un puerto en el que, más de una vez, los marineros "sembraron" la explanada del puerto con miles de kilos de jurel que no se pagaba lo suficiente como para, cuando menos, sufragar los gastos generados por el simple hecho de que el barco abandonase al abrigo del puerto.

Mientras, en las instalaciones de la lonja de A Coruña se produce el enfrentamiento verbal entre compañeros cerqueros de dos organizaciones distintas porque una, mayoritaria, había tomado el acuerdo de establecer topes máximos de capturas (400 kilos por barco y día) y los otros descargaban alrededor de 600 kilos. Estos ignoraban el acuerdo y el presidente de los primeros reconoció que tal vez hubiese un fallo en la comunicación, al tiempo que recordaba que, en puertos del País Vasco -de donde procedían unos y otros- no les habían permitido el desembarco de las capturas de esa especie.

Me reconcome la cuestión: el jurel que en Malpica se vendió a entre 0,50 y 0,175 euros el kilo, se compraba en los supermercados a 3 euros el kilo. En algunos casos dos veces más caro que el que contiene una caja de más de 10 kilos.

Otra cuestión: la abundancia del jurel no parece ser tanta como para que esa caja de alrededor de 15 kilos alcance una cotización de entre 1,75 y cinco euros. Si es así, ¿qué justifica la caída de los precios, qué se puede oponer a quien pesque más de los 400 kilos por día y barco si es que con poco más de mil euros por la venta de 400 kilos de jurel no se defiende un barco con cinco o seis tripulantes? ¿Quién o qué hace que el precio de un kilo de jurel sea para los cerqueros más bajo que el de un cigarrillo?

Tiene que haber alguna explicación y, desde luego, debe de tomarse alguna medida porque la falta de rentabilidad de la pesca es tan evidente que no resulta extraño que cada vez sean más los armadores que prefieran amarrar su barco y colgar en el puente de este el cartelito que da título a esta crónica: "Cerrado por vergüenza ajena".

¿Se hace una idea, lector, del daño que se está causando a la pesca? Y por si fuera poco, la vigente Ley de Pesca no se modifica, ni se cambia tampoco el sistema de subasta a la baja en las lonjas que permite a los compradores jugar con los precios a su antojo.

Hubo un tiempo en el que, en el mismo puerto de Malpica, el secretario de la cofradía local de pescadores proponía fijar un precio mínimo de retirada para el jurel e incluso la sardina. Estas especies podrían ser congeladas y vendidas posteriormente, en época de vacas flacas, a un precio superior. Pero, entonces, aparecieron las disconformidades: "Pero serán congeladas y habrá que descongelarlas para ser comidas". Como si el panga llegase fresco a los mercados y grandes superficies comerciales.

Lo dicho: Por vergüenza ajena, es mejor cerrar y que la Xunta, el Estado y la UE paguen los platos rotos ante los consumidores.