El vicealmirante José Manuel Sanjurjo (Lugo, 1945), ex director de construcciones navales de la Armada y del programa FAMS (Familia de Misiles Antiaéreos) en la Oficina Internacional de París, reflexiona en esta entrevista sobre el peso de la tecnología en el sector militar.

-Tesis inicial, a confirmar o rebatir: ¿Es la tecnología la que determina la historia?

-Hasta los ochenta el determinismo teórico preconizaba que sí que era un factor que determinaba la historia. A partir de los noventa, un seminario en el Instituto Tecnológico de Massachussets marcó un punto importante para reconsiderarlo. Apuntaba que la tecnología era algo generado fuera de la sociedad, pero esa es una visión muy simplista. Hasta ahora la tecnología no fue la fuerza determinante para escribir la historia pero, a partir de ahora, hay que revisar esa teoría.

-¿A qué retos nos enfrentamos?

-La humanidad se está enfrentando y, quizá, de manera no muy consciente, a una disyuntiva que es que sin tecnología no somos viables pero eso se nos puede ir de las manos y nos puede destruir. Ahora mismo existen dos revoluciones con repercusión en todas las disciplinas: la digital y la biotecnológica. Respecto a la digital, en la última década la inteligencia artificial se ha desplegado exponencialmente hasta un punto de tener que mantener un cierto cuidado en lo que ponemos en manos de ella. Cada vez cedemos más en la toma de decisiones a la tecnología.

-¿Dónde está el límite?

-En temas de armas siempre surge el conflicto ético con los drones y su capacidad para lanzar munición y atacar cualquier blanco. Lo normal es que exista un operador en el brazo de control porque, ¿vamos a dejar que una máquina decida por sí sola a quién mata? Está claro que cuando existe tecnología alguien la utiliza. La única forma de hacer frente a ella es tener ciudadanos formados en sociedades democráticas, de lo contrario alguien puede tomar decisiones que no van en beneficio del ser humano.

-Y en biotecnología, ¿cuáles son los riesgos?

-El genoma humano está ya descifrado y se conocen sus especificaciones: a partir de ahí montar un ser parecido es cuestión de años. No quiero ser apocalíptico porque creo que la tecnología es nuestra única salvación. Mientras esté en manos de las universidades no hay problema pero un día caerá en manos de terroristas y cualquiera puede usar la inteligencia artificial para crear y extender una bacteria o un virus.

-¿Hacia dónde se encamina la investigación en nuevo material armamentístico?

-Al final, quienes desarrollan un arma, la desarrollan para utilizarla. Existen tres ejes en la batalla del futuro. Por un lado, la conectividad. Cada soldado es hoy un centro de captación de información. Por otro lado, está el tratamiento automático de datos y, por último, la robotización: hoy ya tenemos drones submarinos. El campo de batalla se encuentra totalmente robotizado y todo está en red. Otra dimensión de ataque es la cibernética. La tendencia en Occidente es el respeto por la vida y la vida de un soldado no tiene precio aunque no todo el planeta mantiene esa teoría.

-¿Qué ha cambiado desde que usted inició su carrera en las Fuerzas Armadas?

-Entré en la Escuela Naval Militar usando la tabla de logaritmos de Jorge Juan y me retiré con sistemas robotizados. Ha habido cambios tremendos. Viví todo el desarrollo de la revolución digital. El campo de batalla no se parece en nada a la última guerra de Iraq, en la que el tercer ejército del mundo (el de Sadam Hussein) se vino abajo por su idea plana frente a los americanos que combaten en un espacio multidimensional.

-Los últimos atentados en Occidente también apuntan a una nueva forma de entender la guerra.

-Vamos hacia una escala geopolítica en la que están ganando a los estados organizados los no organizados como el Daesh y es una escalada para la que nos tenemos que preparar. Cada vez es más difícil entender quién es y quién no el combatiente.

-La industria naval, ¿cómo ha evolucionado?

-Un país como España no puede permitirse el lujo de desarrollar todo el armamento pero hay ciertas cosas como las plataformas navales en las que hemos sido tremendamente innovadores. Por ejemplo, las fragatas implican una innovación tremenda por su capacidad de combate, idéntica a un destructor americano pero con 4.000 toneladas menos. La otra innovación son los portaaviones. Ahí ha habido gran éxito en las exportaciones. Otra innovación son los submarinos.

-¿Se han reducido los presupuestos para investigación en la Armada?

-Hemos llegado a un punto de éxito y ahora hay que mantenerse en las inversiones en I+D. Por el momento, hay presupuestos.

-¿Faltan recursos humanos?

-La plantilla que hay ahora mismo es excelente y los tres astilleros que tenemos son modélicos. En los tres años que estuve en Cartagena puedo decir que estamos orgullosos de la transformación que se realizó.