Tienen entre sus ancestros paternos al líder federalista Antolín Faraldo y, por parte de madre, a Fermín Couceiro, inventor de productos farmacéuticos y miembro de una insigne estirpe de boticarios de Betanzos que se remonta al siglo XVII. Se ve, pues, que son brigantinas por los cuatro costados, aunque, a causa de los distintos destinos del padre no hayan nacido en la ciudad de los caballeros.

Pero a ellas no se les dio por la política, ni por la ciencia. Ni por la judicatura, la carrera del padre. No, ellas se dedicaron a las letras y a la música: Pilar fue una consumada filóloga y Pura llegó una reputada pianista que dio conciertos por todo el mundo.

Hijas de Carlos Lago Freire, juez de instrucción, y Pura Couceiro Serrano, ambos betanceiros, Pilar y Pura crecieron en un mundo femenino, ya que de los diez hijos que tuvo el matrimonio, siete fueron mujeres y tres varones, uno de los cuales, Carlos, fue un prestigioso marino e ingeniero naval que prestó importantes servicios no solo a la Armada española sino también a Inglaterra y Francia, que lo reconocieron con altas distinciones.

Pilar Lago Couceiro (Ponteareas, 1900-Madrid, 1984) estudió Filosofía y Letras en Madrid cuando las mujeres en la Universidad se contaban con los dedos de una mano. Allí, rodeada de hombres, conoció en 1925 al que sería su marido y prestigioso filólogo y académico, Rafael Lapesa, con el que se casó en 1932 y se convirtió en su mayor colaboradora.

Acabada la carrera, que hizo mientras trabajaba en el Tribunal de Cuentas, impartió clases en el Instituto Escuela y en el Centro de Estudios Históricos, ligados a la Institución libre de Enseñanza (ILE). Más tarde, fue lectora de español en la Escuela Superior de Fontenay-aux-Roses, en París.

En la facultad, Pura y Lapesa siguieron los cursos de Andrés Ovejero sobre Miguel de Cervantes y de Américo Castro sobre historia de la lengua española. Ya licenciados, se reencontraron en el Centro de Estudios Históricos, donde Rafael era becario y colaborador, y donde se había formado bajo la supervisión del director, Ramón Menéndez Pidal, y los filólogos Tomás Navarro Tomás y Américo Castro.

Durante la Guerra Civil, Pura impartió clases de Lengua y Literatura en el Instituto Lope de Vega. Hasta 1955 no consiguió homologar sus estudios. A partir de ese momento y hasta que se jubiló, dio clases en el Instituto Isabel la Católica de Madrid. Con su marido, viajó en numerosas ocasiones a América, en una de las cuales conoció a la fundadora de la Asociación de Mujeres Universitarias de España (Amue), Justina Ruiz de Conde, exiliada en Boston, gracias a cuyo impulso Pilar refundó en los años cincuenta la agrupación, heredera del espíritu institucionista y de la enseñanza liberal republicana, que preconizaba un papel activo de la mujer en la sociedad a través de la cultura y el compromiso, y de la que fue presidenta y vicepresidenta en los años cincuenta.

Su hermana Pura, unos años mayor, también se formó en el ambiente de la institución creada por Francisco Giner de los Ríos. En 1914 fue becada en París por la Junta de Ampliación de Estudios, dependiente del ILE, para seguir sus estudios de piano, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial truncó sus planes y tuvo que quedarse en Madrid, donde recibió lecciones de Tragó y Stefaniani.

Dos años después, pudo por fin ir a la capital francesa para proseguir su formación musical para la que estaba becada durante diez meses. En París, fue discípula del maestro español de origen cubano Joaquín Nin, amigo de Maurice Ravel y testigo de la creación de su famoso Bolero, y padre de la escritora Anaïs Nin, nacionalizada norteamericana y famosísima tras la publicación de sus Diarios, que ocupan varios volúmenes y por los que pasan sus amistades, desde Henry Miller, Antonin Artaud, Otto Rank, Salvador Dalí a Gore Vidal o Lawrence Durrell.

De París, Pura regresó a Madrid convertida en una reconocida pianista, después de dar conciertos con gran éxito en la capital francesa, que dejó en 1919, al dar por concluida sus formación musical. Con su piano, acompañó a numerosas agrupaciones musicales, entre otras la Orquesta Sinfónica madrileña y, a partir de entonces, el éxito no cesó en la carrera de Pura Lago, que se presentó en buena parte de los salones y teatros de Europa.