José Ramón trabajaba como palista pero al quedarse sin empleo decidió hacerse cargo de la explotación láctea de su tío en la localidad coruñesa de Tordoia, cuando éste decidió jubilarse. Se puso al frente de la granja de 90 reses a las que sumó otra veintena con el dinero de las ayudas de incorporación del Gobierno gallego, a pesar de que lamenta que este año tuvo que devolver 6.500 euros.

En este sentido, critica la "arbitrariedad" a la hora de determinar la cantidad a descontar según la oficina de Hacienda que tramite la declaración. Señala además que si las ayudas otorgadas obligan al beneficiario a permanecer como mínimo cinco años como titular de la explotación, la deducción de Hacienda debería repartirse también -añade- durante ese lustro. Con esa cantidad además de ampliar la cabaña, construyó una nueva nave más moderna y un pozo.

Este joven ganadero de 30 años dedica dos horas por la mañana y otras dos por la tarde para ordeñar a las reses a las que alimenta con una ración de hierba ensilada, otra de maíz y una de pienso. Como no salen a pastar y están siempre en la cuadra tiene que encargarse además de la siembra y la recogida del forraje. Afortunadamente, no es uno de los más de 1.000 ganaderos gallegos que perciben entre 18 y 22 céntimos por litro de leche -la mitad de lo que cuesta producirlo- ni tampoco está en la media autonómica de los 29 céntimos, cinco menos que los 34 necesarios para cubrir costes.

José Ramón recibe 28,50 céntimos de precio base por litro pero la cifra final asciende a 34 céntimos gracias al certificado de calidad de la leche de su granja. De hecho, considera que apostar por la calidad es la clave para sobrevivir en este sector. "La calidad se paga. La leche de mis vacas tiene 3,4 de proteína por cada 100 gramos, cuando la mayoría no llega a tres", señala. Para lograrlo trata de invertir en razas de excelencia y aunque no piensa aumentar el número de cabezas ni su producción, sí que estudia "sustituir las peores vacas por otras de mayor calidad".