El campo gallego se convirtió durante la crisis en refugio para los jóvenes que se habían ido del rural y trabajaban en áreas urbanas en otros sectores. El paro les obligó a volver a casa y echar una mano en las explotaciones familiares, pero la crisis, en este caso de precios, también se cebó con el sector lácteo desde el fin de las cuotas en abril de 2015. Aún así, muchos han decidido resistir la época de vacas flacas y hacer del rural su medio de vida, pero no son suficientes para paliar la falta de relevo generacional en las granjas gallegas. Unas 1.630 instalaciones de la comunidad están en manos de menores de 30 años, según los datos de la Consellería de Medio Rural en base a los inscritos en el Registro de Explotaciones Agrarias de Galicia (Reaga). Representan el 10% del total de las 16.000 granjas contabilizadas en en este registro. Los jóvenes ganaderos se concentran en las explotaciones de la provincia de Lugo, donde 624 propietarios no llegan a la treintena, es decir, casi cuatro de cada diez de los titulares en esta franja de edad en toda la comunidad. Le siguen los 498 que se han puesto al frente de granjas de A Coruña (un 30%), y en menor medida, los 312 contabilizados en Pontevedra y los 196 inscritos en la provincia de Ourense.

Pese a la recesión que ha puesto a millares de explotaciones al borde de la quiebra, los jóvenes no se desaniman ante el futuro incierto de la ganadería y ven el potencial de este sector para convertirlo en una forma de vida. Ese interés queda patente en el número de solicitudes de ayudas de la Xunta para la incorporación de jóvenes a la actividad agraria. Medio Rural recibió un total de 757 peticiones para optar a las subvenciones de la convocatoria del año pasado, que se saldaron con 618 expedientes aprobados. La Xunta ya está preparando la convocatoria de este año, que sacará en febrero con una partida de 65 millones, cinco más que en 2016. El número de peticiones alcanzada este año es el máximo desde el inicio de la recesión.

En el último lustro, unos 2.300 jóvenes se han interesado por estas ayudas, que sufrieron un descenso progresivo desde las 440 otorgadas de 2012 a las 146 de 2015, para este ejercicio cambiar radicalmente de tendencia al multiplicarse por cuatro las subvenciones aprobadas. Y eso, a pesar de que en esta ocasión, el departamento autonómico exigía a los solicitantes, por primera vez, que presentaran un estudio de viabilidad con el que demostrar que la explotación tiene futuro. Según explican desde la consellería dirigida por Ángeles Vázquez, estos jóvenes están obligados a recibir formación salvo que dispongan de estudios de Formación Profesional o un título universitario y en la orden de 2016 el 37% de los beneficiarios -227-ya contaban con estudios superiores y no tuvieron que hacer el curso de Técnico Superior en Ganadería y Sanidad Animal."Esto demuestra que el campo ya no es solo una vía de escape para los que no tienen otra salida, como ocurría antes, sino que los jóvenes ven futuro en el rural y vuelven preparados y formados", destacan desde Medio Rural.