Escritora, periodista científica, huérfana de padre desde muy niña, Karin Bojs (Gotemburgo, 1959) vivía desde hacía tiempo obsesionada por conocer sus orígenes hasta que en el funeral de su madre le saltó la chispa que le cambió su vida para emprender definitivamente la búsqueda de su pasado en una aventura que acaba de concluir con un ambicioso libro titulado Mi gran familia europea (Ariel), en el que se remonta 54.000 años atrás para explicar de dónde viene su estirpe.

Bojs ha visitado Madrid para presentar el resultado de su exhaustiva investigación, realizada a partir del ADN de tres ramas parentales: la primera la llevó al norte de España, donde halló a Úrsula, una cazadora que pintó hace más de 30.000 años en las cuevas de Altamira o de Tito Bustillo. A través del estudio genético de la madre de su tío descubrió a Hilda, una agricultora que habitó en Oriente Medio hace 11.000 años, y gracias al cromosoma Y de su abuelo paterno conoció a Anders, un pastor de la estepa rusa perteneciente al clan de los indoeuropeos que trajeron sus lenguas a Europa, a excepción del País Vasco, bastión genético independiente por su aislamiento geográfico. Los vascos vienen de la mezcla de aquellos cazadores y agricultores, pero los pastores rusos apenas dejaron huella alguna en su existencia.

"Nosotros, las personas anatómicamente maduras, fuimos las que sobrevivimos en Europa a los neandertales, que tan solo nos legaron el dos por ciento de su ADN", explica la escritora, firme convencida de la teoría general de que todos procedemos de África.

En un libro de 486 páginas que arranca con el acto sexual protagonizado hace 54.000 años por un homo sapiens y un neandertal, Karin Bojs describe un continente poblado entonces por incansables viajeros que llegaron de África a Europa en tres oleadas. El hilo conductor es la herencia genética de su familia apuntalada con los últimos descubrimientos arqueológicos y horas de charla con genetistas e historiadores.

Los europeos modernos descienden de cazadores y recolectores del Paleolítico llegados hace 40.000 años al centro del continente y no de los agricultores que aparecieron hace solo 8.000 años en Europa y unos 7.000 en España. Los últimos en "colonizar" el espacio que compartían en armonía cazadores y agricultores fueron los pastores de la estepa rusa que trajeron sus lenguas indoeuropeas. Esas lenguas son el germen de los idiomas europeos excepto en el País Vasco, reitera.

-Pero ¿por qué no influyeron en los vascos?

"Probablemente por su aislamiento geográfico", elucubra la investigadora sueca, que anima a los lingüistas a estudiar con detenimiento el euskera para acercase a la lengua que cazadores y agricultores empleaban en la península Ibérica hace 7.000 años mientras en otras partes del continente los hombres se movían sin descanso a pie, en barcos o en carromatos tirados por bueyes.

Ese afán aventurero podría explicar cómo hace más de 4.300 años llegó al monumento megalítico de Stonehenge, en Inglaterra, el arquero de Amesbury, un hombre de unos 40 años, procedente de Centroeuropa, probablemente de las estribaciones de los Alpes. El hallazgo de su tumba en 2002 en un lugar tan alejado de su nacimiento ha conmovido al mundo. ¡Un extranjero en las islas británicas y en plena Edad de Bronce!

"Cuando los indoeuropeos llegaron a España ya habían domesticado a sus caballos y eran hábiles en el uso del cobre", relata Bojs. En la península Ibérica encontraron estaño y con el cobre consiguieron el bronce. "Es el inicio de la Edad de Bronce", prosigue, convencida de que ese mismo grupo de pastores se trasladó a Cornualles (Inglaterra), un lugar con numerosas minas de estaño. El arquero de Amesbury "llegó probablemente a Inglaterra en el momento de mayor apogeo del negocio del bronce", reflexiona la escritora.

"El objetivo de mi libro es contar la historia de mi familia a través del estudio genético", admite. Al llegar a Úrsula, la primera antepasada prehistórica de su madre de la que tiene datos, se encontró con una mujer que vivió en el norte de España hace 30.000 años. "Era una cazadora de la Edad de Hielo que decoró las cuevas de Altamira o las de Tito Bustillo", precisa, una mujer descendiente de los artistas del Paleolítico que mostraba sus habilidades creativas.

Al adentrarse en las mitocondrias de su abuela paterna encontró a Hilda, una de las primeras recolectoras de la Prehistoria que habitó hace 11.000 años en los parajes de la actual Siria o Turquía. "Hilda está relacionada con la entrada en Europa de agricultores que venían de Oriente Medio", añade Bojs, que se ha volcado en el estudio genético de las mujeres de su familia.

Pero también ha querido saber más de la historia de su rama paterna con el auxilio del cromosoma Y de su abuelo para conocer la huella de hace unos 5.000 años que dejaron en su sangre los pastores de la estepa rusa que ya habían domesticado a los caballos. "A este antepasado descubierto a través del cromosoma Y de mi abuelo lo llamo Anders", comenta, alejándose de la historia bíblica de Adán y Eva pero segura de que todos descendemos de una mujer que vivió en África hace 200.000 años y de un hombre que también habitó el continente africano por aquellos tiempos.

"Adán y Eva pudieron vivir en épocas y lugares diferentes de África. Pero lo cierto es que todos venimos de un Adán y una Eva", insiste antes de fijar en el Oriente Medio de hace 54.000 años el origen del europeo moderno.

Los neandertales vivían cientos de miles de años antes que los sapiens en aquella zona y aunque no se gustaban y competían por todo tuvieron encuentros sexuales en los alrededores de Galilea que engendraron nuevos seres humanos.

Los neandertales se extinguieron hace 28.000 años, nos dejaron parte de su ADN y convivieron con los sapiens. Eso se ve en los restos de un cráneo encontrado en 2005 en la cueva Manot de Galilea.