Consumimos pescado en tanto que ciudadanos habituados a contar en nuestra dieta con pescados blancos y pescados azules. Pero no producimos -por carencia de plataforma marítimo-pesquera y por los malos hábitos que arrastramos secularmente- el pescado suficiente. O lo que es lo mismo, no somos autosuficientes y, como señala la organización New Economist Foundation (NEF), España -al igual que el conjunto de la Unión Europea- se encuentra en niveles de "pescado dependencia". Consumimos buena parte de lo que necesitamos, gracias a la existencia de la UE y, desde luego, la de los países terceros. De no ser así, la famosa dieta mediterránea o dieta española sería una quimera.

Más del 38% del pescado que consume España (más del 50% en el caso de la Unión Europea) proceden de países en desarrollo. Y no tenemos la absoluta garantía de que tales productos provengan de "fuentes sostenibles y responsables", según el citado informe de NEF que, en 2017, incluye comparaciones entre los resultados de este año y los de informes anteriores, lo que nos permite conocer hasta qué punto la UE depende de productos marinos procedentes de países no integrantes de la Unión Europea. "Esta investigación estima también cómo los niveles de autosuficiencia podrían aumentar si algunas poblaciones de peces europeas no sufriesen sobrepesca, es decir, si estuviesen gestionadas de manera sostenible conforme a su rendimiento máximo sostenible (RMS)".

La ingesta de unos 42 kilos de pescado por persona y año convierte a España en el tercer país de la UE que más pescado consume. La cantidad señalada es el doble de la media europea, por detrás de Portugal (primero en el ranking europeo, con 54 kilos) y de Lituania (44 kilos). Así, tres de cada cuatro pescados consumidos en España tienen su procedencia de aguas extranjeras. Como ya se ha dicho aquí en distintas ocasiones, si España tuviese como única fuente de abastecimiento de pescado lo que la flota española captura en aguas europeas, en este momento estaríamos sin pescado. Y este es un dato que, manejado adecuadamente por los defensores de la acuicultura intensiva, dará a ellos la razón siempre. Porque por tales datos, se demuestra que la mitad del consumo de pescado de la UE procede de aguas extracomunitarias. Tal cual, porque el nivel de autosuficiencia de la UE es todavía muy bajo y no se esperan noticias alentadoras por esta vía ni para el consumidor español ni para la flota pesquera española.

Un pequeño resplandor sí aparece en lontananza: si de las 150 poblaciones de peces del Atlántico nororiental se lograsen recuperar al menos 43 hasta niveles sostenibles, el índice de autosuficiencia se incrementaría casi un mes y medio (43 días), retrasando el día de dependencia de pescado de España del 9 de mayo hasta el 21 de junio, lo que habla a las claras de la necesidad de la sostenibilidad de la pesca y la repercusión de esta en la economía, el empleo, etc.

¿Qué tal un futuro con pesca sostenible y que no obligue a los interesados a justificar en la sobrepesca sus futuros de negocio en la acuicultura?