"Qué culpa tengo yo de haber heredado esto. De que mi padre, hace muchísimos años, comprase a otro un terreno para abrir un bar y después un camping". Emilio contesta así cada vez que le preguntan por el privilegio de tener una propiedad en un paraíso natural como Cíes, la perla del Parque Nacional de las Islas Atlánticas. El cabeza visible de la familia Monzonís, emblemática en la isla por regentar lo que su padre convirtió en el primer -y único hasta el año pasado, cuando abrió el de Ons- alojamiento al aire libre regulado en un archipiélago gallego, respeta esa impresión asentada entre la opinión pública de considerarle a él y a los otros 14 (contando los herederos) con propiedades en Cíes unos afortunados agraciados con un rincón de ensueño. Pero hasta el paraíso es imperfecto. Como resume el copropietario del camping, habitar en un territorio con el máximo grado de protección medioambiental como el impuesto en un Parque Nacional, tiene sus "inconvenientes".

Desde 2002, cuando los archipiélagos de Cíes, Ons, Sálvora y Cortegada recibieron esa distinción, la propiedad privada ha ido reduciéndose en cada una de las islas principalmente por las adquisiciones impulsadas por la Xunta, titular de la gestión de las Islas Atlánticas. Hasta el punto de que en la actualidad solo en Cíes quedan personas que puedan presumir de poseer viviendas o terrenos en esta joya insular. Y aunque son pocas en número, no más de una quincena, suman en conjunto 796.200 metros cuadrados, el 18% de la superficie terrestre de Cíes. Este porcentaje privado incluye la superficie edificada, las ruinas, fincas, negocios... Las dimensiones de los terrenos rondan los 4.000 metros cuadrados de media, aunque los hay que alcanzan los 100.000 metros cuadrados, como la superficie que rodea una vivienda en San Martiño.

El resto de las ínsulas del Parque pertenecen -con matices por litigios pendientes de resolver- a instituciones públicas. En Cortegada, la más pequeña de las cuatro, el 100% de la propiedad figura a nombre de la administración autonómica tras la expropiación cerrada en 2006. Sálvora sigue en manos del Ministerio de Agricultura, a excepción del muelle y las instalaciones del faro, que son del Puerto de Vilagarcía. Con la salvedad de estas instalaciones marítimas, la dueña de Ons es la Xunta por la transferencia del Estado en 1984, y aunque hay allí un buen número de viviendas, sus titulares reciben la consideración de "arrendatarios del suelo, no de propietarios", precisan fuentes autonómicas. La familia Monzonís posee el ámbito de superficie correspondiente a donde se construyó el camping. Otros 20.000 metros cuadrados del recinto destinado a tiendas lo usan con una autorización de la Xunta. Como testigo de los cambios en Cíes en los últimos 50 años con hitos como la declaración del Parque Natural en 1980 y la de Nacional en 2002, a Emilio le sorprende que la isla aún reúna tanta superficie privada. Sobre todo porque las propiedades en Cíes tienen un valor relativo", afirma tras enumerar algunas de las peculiaridades que a su juicio reducen el atractivo de la inversión. Las habituales en la vida en un paraje así de singular: la falta de luz y de agua corriente, el acarreo de víveres, la dependencia del transporte marítimo....

"Incomodidades que están muy lejos de padecerse en un chalecito de Panxón", comenta irónico un propietario que al igual que los otros cuatro consultados por este periódico tras relatar su malestar por quienes los ven como unos privilegiados pidieron preservar el anonimato en este reportaje. Y eso que en Vigo muchos conocen a los dueños de Cíes, como nadie duda de que el restaurante de Rodas pertenece a la familia Freire, la del presidente de Conxemar. Pero como este, la mayoría de los dueños son empresarios muy celosos de su privacidad. "Es que nosotros estábamos aquí mucho antes de convertirse en Parque Nacional y parece como si tuviéramos que dar gracias todos los días por heredar esto", lamenta uno que critica la actitud de esos visitantes "que hasta parecen paparazzis tomando fotos de nuestras casas".

Los propietarios poco pueden hacer para mejorar las condiciones de habitabilidad de sus viviendas. "No puedes hacer obras importantes, y para el suministro de agua y luz tienes que gestionártelo tú con generadores. Así que para un particular no merece la pena hacer una inversión para darse un capricho que solo podrás disfrutar durante pocos días del año", comenta Monzonís que recuerda "lo poco que le duró la propiedad a un santiagués". Un adinerado que después de pagar 25 millones de las antiguas pesetas por unas ruinas y gastar otra importante cantidad en la restauración acabó revendiendo la casa a Parques. Con este ejemplo se refiere a la conocida como Casa de Marcos, una de las contadas edificaciones habitables de la isla, y hasta el momento de venderla a la Xunta, también de las pocas que pertenecían a alguien ajeno al primer dueño o un heredero de este.