Un día antes del 25 de julio, Día de Galicia, la Cidade da Cultura de Santiago se vistió de gala para acoger la entrega de las Medallas de Galicia, la máxima condecoración que concede la comunidad, que se convirtió en una invocación a la "unidad" y al "patriotismo constitucional" frente al "nacionalismo desaforado" y "los políticos que dividen". Fueron palabras del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, compartidas por los cuatro galardonados de este año: el concejal de Ermua asesinado por ETA, Miguel Ángel Blanco -recogió la distinción a título póstumo su hermana María del Mar-, el expresidente de la República de Portugal Aníval Cavaco Silva; el presidente del Consejo de Estado, José Romay Beccaría y la presidenta de Seguros Ocaso, la coruñesa Isabel Castelo d'Ortega.

Las Medallas de Galicia de este año han sido las más políticas, en tanto que es la profesión de tres de las cuatro personalidades distinguidas por la Administración autonómica. Se les hizo entrega de la distinción en un acto solemne que contó con la participación de las principales autoridades públicas de Galicia, entre ellas los miembros del Gobierno de Feijóo, el presidente del Parlamento, Miguel Santalices, o los alcalde de A Coruña, Xulio Ferreiro; de Santiago, Martiño Noriega, y de Ourense, Jesús Vázquez. También estuvieron entre los invitados la presidenta del Congreso, Ana Pastor, y el ex primer ministro luso y líder del PSD, Pedro Passos Coelho. Por el contrario, el único dirigente de la oposición que acudió a la entrega fue el portavoz parlamentario del PSdeG, Xoaquín Fernández Leiceaga.

Cuando se cumplen 20 años del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco por ETA, la Xunta decidió otorgar su máximo reconocimiento al edil de Ermua. "Siendo esta la fiesta mayor de la unidad, es natural que galardonemos a los que se distinguieron por fomentarla desde sus responsabilidades públicas", explicó Feijóo en alusión a Miguel Ángel Blanco.

Recogió el premio su hermana María del Mar Blanco, arropada por un largo aplauso de los asistentes. En su discurso explicó que "hoy se puede decir alto y claro" que gracias a la "unidad del Estado frente al terror" se consiguió "derrotar policialmente a ETA". Pero advirtió de que es necesario "mantener esa unidad" para lograr la "disolución incondicional" de la banda terrorista. "Hay que seguir recordando y no lo podemos olvidar, que ETA sigue siendo un presente", señaló.

Fraga, "el obrero del diálogo"

Por su contribución a la "unidad", en este caso por encima de las fronteras, la Xunta galardonó también a Cavaco Silva, que fue primer ministro de Portugal entre 1985 y 1995 y presidente de la República entre 2006 y el 2016. El ex mandatario luso se mostró "orgulloso" de haber ayudado a la cooperación transfronteriza entre Galicia y el Norte de Portugal y no se olvidó de la contribución de Manuel Fraga, a quien definió como "el gran obrero del diálogo".

"De su mano, la colaboración transfronteriza cobra un impulso desconocido y se avanza en infraestructuras tan importantes como la autopista Tui-Oporto", destacó Feijóo.

Junto a Cavaco Silva resultó galardonado Romay Beccaría, que fue varias veces conselleiro en la Administración autonómica de Fraga y ministro de Sanidad. "No sería fácil encontrar un momento reciente de Galicia y de España que no contase con la presencia, expresa o tácita, de José Manuel Romay Beccaría", ensalzó el jefe del Ejecutivo gallego. Fuera del ámbito político, la Xunta eligió a la coruñesa Isabel Castelo, presidenta del Grupo Seguros Ocaso, para recibir la otra Medalla de Galicia. Feijóo reconoció su colaboración para paliar catástrofes como la del Prestige y sus iniciativas de ayuda a los discapacitados. El presidente de la Xunta, tras recordar a las víctimas del accidente del Alvia, sentenció que "la unidad es el tesoro más preciado" y advirtió de que quien "busca paraísos artificiales mina los consensos básicos de la sociedad". Según recalcó, "ningún dirigente político democrático fue elegido para dividir a los ciudadanos, sino para fortalecer puentes entre ellos". En su opinión, la política responsable no puede ser un mero desahogo, sino valorar las consecuencias de las decisiones.