Aunque entre las muchas causas del grave problema del invierno demográfico en Galicia predomina, por encima del resto, la caída constante de los nacimientos y el alargamiento de la esperanza de vida, en los últimos años se ha notado también con fuerza el eco del parón de la economía en la pirámide de población. ¿De qué manera? La crisis frenó el desembarco de extranjeros en la comunidad, el colectivo que permitió de forma temporal amortiguar la sangría de habitantes y animar un poco la estadística de los alumbramientos; y, a la vez, revivió el fenómeno a la inversa: el éxodo a otros países, tan característico del pasado gallego, en busca de oportunidades laborales. Entre 2013 y 2015, el saldo migratorio de la autonomía estuvo sumido en números rojos. Se fueron casi 6.000 personas más de las que vinieron. En 2016, coincidiendo con el ejercicio de crecimiento más fuerte tras la crisis, Galicia logró invertir la situación. Las llegadas superaron en 3.025 a las salidas, según los datos publicados ayer por el Instituto Galego de Estatística (IGE). Un giro en el que, por el momento, los jóvenes son todavía una excepción.

Del total de emigraciones de Galicia, el 11% es de jóvenes de 23 a 34 años y el 22,4% tiene entre 35 y 44 años. También están entre los que más vienen a la comunidad, pero con un peso menor en el global de inmigraciones, con el 12,7% y el 18,9%, respectivamente. Son las dos franjas en las que el saldo migratorio sigue en negativo: se fueron 1.247 jóvenes gallegos más de los que llegaron. En esas mismas franjas, el número de gallegos que emigran al extranjero no para de subir: alrededor de un 3% el pasado año.

Todo lo contrario que los que superaron los 65 años. El saldo es positivo, con casi 1.000 entradas -uno de cada diez de los que se asientan aquí- por encima de las salidas. El año pasado, 18.745 residentes en Galicia se mudaron a otras comunidades. Desde el resto el país proceden 16.821 nuevos vecinos. El saldo migratorio en este caso se mantiene en negativo. El desequilibrio entre los que vienen y los que se fueron ascendió a 1.924 personas, pero con una reducción respecto a 2015 del 11% gracias a que bajan más las salidas (6,2%) que las llegadas (5,7%).

Del extranjero vinieron a Galicia 15.736 personas. Son casi 5.000 más de las emigraron a otros países (10.787). Para encontrar un saldo migratorio tan positivo hay que retroceder hasta 2009, cuando los flujos de entrada internacionales superaron en 5.700 a los de salida.

La evolución de las migraciones internacionales en Galicia se caracterizó por un ligero ascenso en las mudanzas hacia el extranjero, que se elevaron un 0,7% -el récord sigue estando en 2009, alrededor de 23.600-, mientras que la inmigración avanzó un 30,1%. De las 10.700 salidas fuera de España de gente con domicilio hasta entonces en Galicia, unos 5.200, el 48,6%, tienen nacionalidad española. Algunas administraciones se han apurado a comentar que la emigración por cuestiones de trabajo se acabó con la crisis. Pero lo cierto es que el descenso en comparación con 2015 es de únicamente el 1,8% y se mantiene otra vez en niveles de récord, por encima de las 5.000. El 51,4% era extranjero, por lo que, al menos una parte de ellos, podría tratarse del regreso a su país natal. Algo más de 5.500, tras un alza anual del 3,1%.

En las llegadas a Galicia de extranjeros, 5.125 (el 32,6%) fueron de españoles. Un 20,1% más que el ejercicio precedente, quizás animados por el cambio de ciclo en la economía gallega. Pero el incremento es mucho mayor entre los foráneos. Representan el 67,4% del total, con una subida del 35%, hasta los 10.611. El máximo de los últimos siete años.

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