Un día después del pseudoreferéndum catalán, el lehendakari Íñigo Urkullu elevaba su nivel de exigencias y reclamaba a Mariano Rajoy que abra un periodo de diálogo y negociación para pactar "una consulta legal para reconocer a Cataluña y País Vasco como naciones". Tres días después del 1-0, el presidente de otra de las nacionalidades históricas, Alberto Núñez Feijóo, se apartaba de la peligrosa senda abierta por los catalanes. Lógico, Feijóo no es nacionalista, no es independentista. Milita en el PP.

Era su séptimo discurso como presidente autonómico, pero nunca la crisis institucional había sido tan grave, ni el país se había topado al borde del abismo como en este momento. Consciente de la trascendencia del momento en que tomaba la palabra, construyó un discurso y un relato a la altura del momento en que vive el país.

Sin ambigüedades se posicionó "al lado de la democracia y la ley", fue muy combativo con los "políticos golpistas de Cataluña" , advirtió del riesgo de "balcanización" de España, exigió a Rajoy "tomar todas las medidas necesarias" para frenar "la ruptura golpista" impulsada por los independentistas catalanes y alertó de que si la solución, que lo duda, pasa por "cesiones a Cataluña", éstas no serán "a costa de Galicia". No lo permitirá. Feijóo ofició de presidente autonómico con un discurso que de seguro gustó en el PP, que elevó su talla como candidato a la sucesión de Rajoy, y que rubricaría la gran mayoría de los presidentes de comunidades, pero Feijóo no es presidente de una autonomía cualquiera. Es presidente de una comunidad histórica, y ayer ese plus pareció diluirse, disolverse. Al menos surgió esa duda.

El presidente gallego llegó al debate en un momento difícil para España, pero en una situación cómoda para él. A Feijóo el desafío independentista de Cataluña le permite apuntalar la "radicalidad" de la fuerza líder de la oposición, es decir, de la alternativa en Galicia. El respaldo de Luís Villares, con una carrera judicial aparcada para dar el salto a la política, al referéndum ilegal es munición para el líder del PP gallego. Feijóo polarizó el debate con En Marea porque los populares entienden que con ellos de segunda fuerza el PP gallego se afianza en el poder porque los gallegos, muy moderados en su posiciones políticas, no se atreverán a confiar en los socios de coalición de Podemos para poner el destino de Galicia en sus manos.

Y la aspereza que brindó a Villares se tornó en indulgencia y simpatía con Leiceaga. ¿Por qué? Porque el dirigente socialista acaba de renunciar a liderar el PSdeG y si el domingo gana las primarias Juan Díaz Villoslada, Leiceaga dirá adiós a la portavocía parlamentaria.