El consumidor valora cada vez más el sabor, el olor y la frescura de lo cultivado en su entorno y esa tendencia ha derivado en un repunte de la huerta gallega en los últimos años, según coinciden productores y expertos y se percibe en especial en los datos de algunos vegetales.

Si en 2008 se produjeron en la comunidad 39.000 toneladas de pimientos, el año pasado fueron 65.000, un 67% más. La producción de judías verdes se incrementó un 39%, hasta 51.500 toneladas, y la de lechuga un 40%, con 22.000 toneladas al cierre del último ejercicio. En las cifras totales, el crecimiento es más moderado, del 3%, aunque la superficie dedicada ha descendido levemente, según datos del Ministerio de Agricultura.

"Cada vez más personas se dedican a las hortalizas, se nota que la gente le da más valor al producto local y ecológico", diagnostica la responsable de Horta, Froita e Flor del Sindicato Labrego Galego, Belén Fervenza. Una visión compartida por la profesora de agricultura de la Universidade de Santiago Belén Díaz, que añade que son especialmente valoradas las variedades locales, tipo el tomate negro de Santiago o la cebolla de Betanzos.

Hasta las grandes superficies comerciales, argumentan, han pasado a dedicar un espacio singularizado a los productos de proximidad, lo que contribuye a mejorar y estabilizar los precios que reciben los agricultores.

La sindicalista, y también agricultora, y la experta explican que el crecimiento en las hortalizas citadas se debe a que han ganado demanda y, por tanto, son más rentables para los productores.

Al margen de este motivo, hay dos factores de coyuntura que también han empujado al repunte de la huerta. De un lado, las dificultades que atraviesa el sector lácteo hace que algunas explotaciones ganaderas dediquen parte de sus terrenos a cultivos para completar los mermados ingresos que ofrece la leche.

Por otro, comenta Fervenza, la crisis económica ha llevado a mucha gente a a ver una salida en la producción de vegetales y frutas, muchas veces en pequeñas fincas dedicadas a vender en los mercados próximos. Y es que emprender una explotación no exige grandes inversiones iniciales, aunque advierte que es complicado sacarlas adelante, sobre todo por la dependencia de factores como la meteorología o las plagas.

Las expertas consultadas apuntan a que las modas también tienen su peso. Por ejemplo la acelga, cuya producción en 2008 no llegaba a las 2.000 toneladas, se disparató un 300%, hasta más de 7.000.

"El consumidor gallego es conservador, pero en esto también funcionan las modas", argumenta Díaz. Fervenza lo corrobora con algunas de las últimas tendencias: las coles tipo kale, que no son típicas pero se dan muy bien, o, en el terreno de las frutas el aguacate. Eso sí, estas son siempre apuestas arriesgadas que pueden caducar pronto, como ocurrió en los últimos años con los frutos del bosque tipo arándanos o frambuesas.

Lo que nunca falla son los clásicos, como el tomate o el grelo, las hortalizas más producidas en la comunidad. En cambio, la cebolla, que hace ocho años ocupaba el tercer lugar por toneladas se desplomó hasta casi la mitad. La representante del Sindicato Labrego lo atribuye a que ha perdido rentabilidad frente a otros productos.