Los agentes medioambientales que conforman las brigadas de investigación de incendios forestales (BIIF) se parecen mucho a los investigadores de homicidios, si bien en su caso están más centrados en buscar la causa que al causante, aunque la primera puede llevar al segundo. Y es que averiguar el por qué se produce un fuego, como explica Santiago Neira, que celebra sus bodas de plata en el oficio, "evitaría muchos incendios". Porque las causas, explica, son muy similares en todo el territorio gallego.

Lo confirma su compañero, José Manuel Couselo: "Si vas a la causa llegas a cuál es el problema en la zona: riñas de vecinos, generación de pastos, facilitar el ejercicio de la caza... Y puedes evitar el incendio con desbroces, cierres para el ganado..." y hacer los deberes antes de que llegue el verano y solo quede el último remedio, la extinción.

Pero tampoco es fácil averiguar la causa. La clave está en hallar el punto de origen del fuego, lo que en su argot conocen como la "cola". Y para lograrlo hay que empezar al revés, por el final, lo que se conoce como la "cabeza", y armarse de paciencia y de las herramientas de su maletín.

No faltan la icónica lupa que caracteriza a cualquier buen detective que se precie, espátulas y pinceles, botes para guardar los indicios, brújulas para orientar el incendio, linternas, guantes para evitar contaminar las pruebas, imanes para detectar metal en el suelo (los artefactos incendiarios pueden llevar una punta para "lanzarlo y que caiga en medio del monte y tener tiempo para escapar", explican) o banderines -"lo más importante"- con los que acotan sobre el terreno cómo avanza el fuego.

Colocar unos cuantos de color rojo, que indican avance del fuego, alguno que otro amarillo, que advierte de que ha sufrido un retroceso, es el requisito previo para hacerse con el gordo, que es colocar el blanco, la tonalidad elegida para marcar el punto de inicio, y una vez que se conoce dónde empezó todo, es más fácil averiguar por qué, aunque también sirve para destacar cualquier indicio relevante.

Así lo explican los dos agentes medioambientales, que ayer pusieron en práctica técnicas que no tienen nada que envidiar a las de Sherlock Holmes -leen indicios en piedras, hojas y hasta caracoles- para intentar esclarecer por qué ardieron 2,28 hectáreas arboladas en Vilaseca, parroquia de Lardeiros, en el Concello do Pino, vecino de Santiago. Aunque normalmente averiguar qué ocurrió no es cosa de un día. En función de la complejidad (tamaño), Neira avisa de que puede demorar incluso hasta dos semanas, porque su tarea no solo consiste en recoger información, sino que hay que comprobarla. También hay que contrastar los datos obtenidos con los compañeros de extinción.

Pero hay que llegar al terreno -cuanto antes, como con cualquier crimen- con deberes hechos: "todos los datos del incendio", sobre todo la meteorología, en el momento en que inició el fuego, lo que aporta más indicios.

Los detectives de las cenizas suelen averiguar la causa en el 80% de los casos. También confirman que el mechero es el instrumento que más utilizan los incendiarios para prender fuego al monte.