En situaciones como las vividas el domingo en buena parte de Galicia, a veces la diferencia entre la tranquilidad relativa y la tensión máxima es cosa de minutos. En el caso de Ángel Otero, la balanza se inclinó hacia el lado positivo.

Este vecino de As Laxes, en Chandebrito, estaba durmiendo la siesta y, de pronto, se despertó. Extrañado por el ruido que llegaba del exterior, salió al balcón y se encontró el panorama: llamas en medio del pueblo y una densa nube de humo.

Sin pensárselo, tan rápido como pudo, cogió a su perro, lo montó en el coche y salió por la pista que conduce al monte Alba. "Diez minutos después ya no se podía pasar por esa vía", comenta. De hecho, en ese tramo, a ambos lados de la calzada, cientos de árboles quedaron calcinados por completo.

Otero se dirigió a casa de su hermana, en Beade, una parroquia que, relativamente, quedó a salvo de la jornada negra del domingo. Allí pasó las siguientes horas, convencido de que a su vuelta se encontraría su casa destrozada. Pero no, estaba en pie. "Me llevé una sorpresa enorme", comenta.

El hombre admite que mientras estaba en casa de su hermana pensaba en cómo estarían su vecinos. "Para mi son héroes, héroes", enfatiza. Si no llega a ser por esa gente que se quedó luchando contra las llamas, señala, hubiese ardido gran parte de las casas de Chandebrito. "Lo que pasó aquí fue increíble", reflexiona, y aprovecha para desear que el pueblo se recupere lo antes posible y no vuelva a suceder una tragedia de este calibre.