Quince años, ya, cuando la marca no superaba con mucho los diez. El hundimiento del Prestige, tras el derrame inicial y posterior de su carga sucia, continúa siendo noticia y motivo de especulación sobre causas, responsabilidades y posibilidades de salvación del buque y devolución de su honra como capitán de la marina mercante del señor Mangouras. Quince años acumulando duelos no librados que reconcomen el alma para, finalmente, llegar a la conclusión de que todo pudo haber sido distinto de haber dejado actuar al capitán Mangouras según su leal saber y entender y, sobre todo, que los grandes culpables de que, quince años después de la tragedia negra ocasionada por el chapapote en las costas de Galicia y el Cantábrico, los verdaderos culpables paseen su ¿soledad? por las calles de sus ciudades de residencia y que, a mayor gloria, disfruten de una buena pensión de jubilación porque su culpabilidad no ha significado hasta hoy -ni probablemente signifique nunca- merma alguna de sus derechos pasivos. Quince años desde que la voz de alarma puso en vilo a los marineros gallegos y despertó la conciencia de miles de ciudadanos del mundo que vieron con mucho temor cómo el peor de los crudos llegaba a borbotones a unas playas que ya habían sabido, años antes, sufrir estoicamente lo que la mar les traía desde el vientre de otros petroleros cuando el Nunca Máis todavía no salía de las gargantas silenciadas por el terror.

Y todo sigue igual. O casi todo.

Probablemente la suerte hizo que, en esa ocasión, las vidas de los tripulantes del petrolero se hubieran salvado. También se salvaron de la cárcel algunas de las personas que debieron haber pasado por esta. Solo Apostolos Mangouras, el capitán del Prestige, pisó la prisión de Teixeiro para asombro de muchos de sus colegas internacionales. Y quedan todavía por solucionar muchos apartados de este caso en el que un juez gallego dictaminó que, con la excepción del capitán griego, no había otros culpables del suceso registrado hace, como digo, la friolera de quince años.

¿Quién va a resarcir a Mangouras de lo padecido en todo este tiempo? ¿Quién puede sostener que las playas, la costa, no presentan signos de aquel chapapote maldito nacido de unos hilillos de plastilina que el buque vertía al mar? ¿Dónde están los que, en aquellos días de martirio hablaron para callar sistemáticamente a la vista del resultado de su "trabajo"? ¿Quién les exige nada? ¿Qué noticias tenemos del estado de aquellos voluntarios que acudieron a Galicia a ayudar y se llevaron en los pulmones síntomas de algo que nunca antes habían tenido?

Hemos superado la marca de diez años, sí. Hemos llegado a los quince sin que otro petrolero hubiera vertido su veneno en nuestras aguas.

Seguimos diciendo que estamos más preparados que entonces para pelear contra otra marea negra.

Ojalá no sea necesario.