-Muchos se preguntan por qué Cataluña llegó a este punto...

-Hay que entender que el malestar social en Cataluña tiene una expresión diferente al resto de España. Coincidiendo con el movimiento de los indignados, la Asamblea Nacional Catalana (ANC) levantó la bandera de la independencia. Recordemos que en Cataluña hay, desde hace un siglo, aproximadamente un 25% de población que ideológicamente o sentimentalmente es independentista. Se une ahora otro 10%, independentistas funcionales, que buscan la reacción del sistema político.

-¿El objetivo cinco años atrás era la independencia?

-Creo que en 2012 ni Artur Mas, ni Convergencia, ni el Gobierno de la Generalitat ni Esquerra Republicana tenían para nada en sus objetivos la independencia. Con la pérdida de votos en 2012 (y después en 2015) Convergencia busca el apoyo de la CUP. La ANC se hace fuerte e influyente. Y vienen estos años locos. Yo creo que el nacionalismo catalán quería parar pero la inercia era tal, con la presión de la CUP y la ANC, que llegan a ese 6-7 de septiembre con ese golpe de Estado legal. A mi juicio, unos daños ya están hechos, pero lo más importante es evitar la continuación de otros daños.

-¿Qué cree que va a pasar en las elecciones del próximo 21 de diciembre?

-En el mundo del votante independentista queda ahora una frustración elevada, un sentimiento como de fraude, con la sensación de engaño porque las expectativas no se han cumplido. Quizás lleve a una cierta abstención, que favorece a los partidos no independentistas. El nuevo Gobierno o Parlamento, tras el 21-D, tiene que enviar el mensaje claro de que las leyes se respetan. La Constitución se podrá cambiar pero, si se cambia, será por acuerdo y por consenso.