El campo gallego inicia 2018 con esperanza y también con la vista puesta en la incierta evolución de los precios de la leche y las materias primas. No hay que olvidar tampoco las nuevas posibilidades financieras para acometer proyectos en el medio rural; la inminente reforma de las ayudas europeas, así como también notables posibilidades de crecimiento de la agricultura ecológica, cada vez en mayor expansión, y del auge de los productos de calidad con sello distintivo que acreditan su origen gallego.

Si hubiese que elegir un comienzo de cuento, Este sería uno posible: "Érase una vez una comunidad que lo tenía todo para ser una potencia agraria". Eso sí, lo que está claro es que la continuación de este cuento dependerá mucho de lo que pase en los doce meses que ahora comienzan. Serán de largo recorrido, repletos de riesgos pero esperanzados. El sector agroalimentario de Galicia por fin empieza a levantar cabeza, tras varios ejercicios marcados por los bajos precios de la leche y una desigual evolución del vacuno de carne.

Por primera vez en casi una década, los ganaderos de la comunidad que se dedican a la producción láctea, logran cuadrar las cuentas y miran con optimismo a unos mercados internacionales que se han vuelto locos por la mantequilla, la nata y los derivados para la producción industrial. Las miradas complacientes también van hacia los países de Oriente Medio, que importan cada vez más reses vivas y ayudan a poner en orden las cifras de la carne.

Ahora bien, no todo es color de rosa. Apenas 8.000 productores venden su leche a la industria láctea, unos 424 menos que a principios de 2017, lo que explica que la recuperación no ha servido para poner freno al goteo continuo de explotaciones que cierran, con una media similar a la época de vacas flacas durante la crisis. Los cierres no han cesado en los últimos años y en comparación con hace una década, la comunidad perdió un 43% de sus granjas de leche debido a la desaparición de 6.000 negocios frente a las más de 14.000 que había en 2007.

El campo gallego se enfrenta al peligroso desafío de consolidar la recuperación, sin perder de vista que la volatilidad de los mercados sigue ahí y que tiende a desaparecer. Los que hoy compran mañana tal vez no lo hagan. Si lo hacen, tal vez paguen menos. Ese temor subyace en las grandes compañías lácteas, razonablemente cautelosas en medio de la actual bonanza.

Las alarmas se dispararon este mismo mes, cuando la Comisión Europea aconsejó elaborar productos de más valor añadido para enfrentarse a los retos de la próxima década. En 2030 la producción mundial de leche superará los 1.000 millones de toneladas, lo que supone un incremento de 16 millones de toneladas al año si se compara con el crecimiento medio anual de años anteriores. El aviso está hecho.

El riesgo estriba en que la leche baje en el campo de esos 32 céntimos de media por litro que alcanzó el pasado noviembre, último mes del que el Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA) ha publicado estadísticas. Galicia es la comunidad en la que más ha crecido el precio de la leche en los dos últimos ejercicios, en los que acumula un incremento del 11,5% hasta alcanzar los 32 céntimos por litro de noviembre. Pese a esta subida, es la segunda cifra más baja en comparación con el resto de autonomías, solo por delante de los 31,6 céntimos de Baleares. También se queda por detrás de la media nacional, que está en 33,4 céntimos. Y ostenta la cuantía más baja respecto a las autonomías de la España Verde, al situarse por debajo de los 35 céntimos de Asturias y País Vasco y de los 33 registrados en Cantabria. De la misma forma, no alcanza el promedio de la Unión Europea, que supera los 36 céntimos. Esa previsible y progresiva pérdida de fuelle de la demanda internacional podría causar otra crisis a partir del verano.

El vicepresidente de la Interprofesional Láctea (Inlac), Ramón Artime, también insiste en el peligro que suponen esos "dientes de sierra" que se ciernen sobre los prados. En cualquier caso, lo que está claro es que el sector recupera fuelle y la producción láctea aumenta. En este sentido, el volumen de leche producida el año pasado repuntó en casi el 3%, con 5.600 toneladas más, al pasar de las 23.383 contabilizadas en noviembre de 2016 a las 209.019 del mismo mes el año pasado. Aún así, Galicia sigue como la comunidad con más peso en el sector lácteo al concentrar el 55% de los ganaderos con entregas del total nacional y casi el 40% de la producción láctea.

La Xunta destaca el gran año que ha vivido el sector en su conjunto y sobre todo la agricultura ecológica, en fase expansiva, y el comportamiento de las marcas de calidad. En 2016, el volumen de negocio derivado de la venta de los productos ecológicos creció más de un 25%, hasta llegar a los 41,7 millones de euros. En la actualidad, en el territorio gallego hay 27.000 hectáreas destinadas a este tipo de cultivos. Solo en un año -de 2015 a 2016- la superficie acreditada por el Consello Regulador de Agricultura Ecolóxica de Galicia (Craega) se incrementó un 35%. De los 11 operadores que existían hace dos décadas se pasó a casi un millar. Además, el consumo de alimentos ecológicos está registrando buenos resultados y, según el Craega, casi el 92% de los gallegos los tienen en cuenta en su cesta de la compra. La salud es el principal motivo para consumirlos y los que más se compran son las frutas, las verduras frescas y los lácteos.

La Consellería de Medio Rural está desarrollando, de acuerdo con el sector, el plan estratégico de la agricultura ecológica de Galicia. El departamento autonómico coordina los trabajos de esta iniciativa, que por ahora se centran en un análisis pormenorizado de la situación de estas producciones en Galicia, a través de la realización de encuestas a productores, comercializadores y demás agentes. La información recogida servirá para planificar las diferentes acciones de apoyo, fomento, ordenación y promoción de la agricultura ecológica, como uno de los campos estratégicos del medio rural gallego.

La Xunta ha puesto en marcha además la Agencia Gallega de la Calidad Alimentaria (Agacal) como instrumento de actuación en materia de promoción, potenciación y protección de la calidad de las producciones alimentarias de la comunidad. La calidad es un plus que diferencia a los productos gallegos y así lo demuestran las 31 marcas amparadas por Denominaciones de Origen Protegida (DOP) e Indicaciones Geográficas Protegidas (IXP) y el Gobierno gallego está pendiente además de aprobar otras cuatro: Capón de Vilalba, Ribeiras de Morrazo, Pan Galego y Vaca e Boi de Galicia.

Los datos provisionales del Ministerio de Agricultura indican que el valor de la producción final agraria gallega se acercó en 2016 a los 3.800 millones de euros. Son 223 millones extra, un 6,2% más, por encima del registro de 2015, y todo a pesar de que los precios no acompañaron. Más de la mitad, unos 2.050 millones, proceden de la ganadería, tanto de la dedicada a la producción de leche como de carne, mientras que los cultivos vegetales aportaron 1.350 millones, es decir, más de la tercera parte. La tendencia es negativa en ambos casos con una caída de 11 millones en las producciones agrarias y de 60 millones en las agrícolas. El balance general resulta positivo gracias a que el sector forestal cuadriplicó su dato de 2015 hasta alcanzar los 400 millones de euros.

Con este panorama parece clave aprovechar las oportunidades de diversificación que traen los fondos europeos, con programas pioneros en España como el del "tique rural", destinado a financiar proyectos no agrarios en los pueblos. La lucha contra la despoblación y el envejecimiento rural centrará buena parte de los esfuerzos económicos en el campo, aunque no habrá milagros. Sólo uno de cada cuatro agricultores europeos tiene menos de 40 años y Galicia no es una excepción.

En 2018 también avanzará la configuración de la Política Agrícola Comunitaria, (PAC) aplicable partir de 2020. La única política "común" que queda en el club de los 27 se lleva el 40% del presupuesto y se verá influenciada por la conformación del marco financiero garantizado por el comisario Phil Hogan. También lo será que llueva para que la sequía no merme las producciones como ya hizo este año y que los incendios se alejen de los montes. La sequía que suma ya cinco estaciones consecutivas, las heladas y el granizo que devastaron viñedos el año pasado, la nieve que destrozó soutos de castaños y la ola de incendios del pasado octubre que redujo a cenizas más de 49.000 hectáreas han pasado factura a los agricultores y ganaderos gallegos. Las pérdidas ocasionadas por las condiciones meteorológicas y los fuegos forestales rondan los 130 millones de euros.

Otro de los retos será conseguir que las plagas de polillas, avispas asiáticas y demás especies invasoras se rindan a las medidas de control.