Más de 9.000 españoles fueron deportados durante la Segunda Guerra Mundial a campos de concentración nazis, la mayoría al de Mauthausen, debido a la colaboración entre el régimen de Franco en España, el de Hitler en Alemania y el de Mussolini en Italia. En la lista figuran 179 prisioneros gallegos, de los que 106 perdieron la vida como consecuencia de los trabajos forzosos, quemados en hornos crematorios, fusilados o asfixiados en la cámara de gas.

Entre los actos que organiza la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) con motivo del Día Internacional del Holocausto destaca la exposición inaugurada en la Casa Museo Casares Quiroga el pasado jueves sobre Francesc Boix, el fotógrafo catalán que salvó las imágenes que las SS guardaban en el laboratorio en Mauthausen y que sirvieron de prueba en los juicios de Nüremberg en los que se juzgó a los dirigentes nazis. Sobre esta figura investigó el historiador Benito Bermejo en su obra El fotógrafo del horror: la historia de Francisco Boix y las fotos robadas a los SS de Mauthausen.

A través de un minucioso trabajo de investigación a la altura del mejor detective también desenmascaró a impostores como Enric Marco, un hombre que se hizo pasar por deportado e incluso presidió la asociación de presos de Mauthausen pero sin haber estado nunca allí. Durante más de dos décadas ha investigado a los 9.200 españoles enviados a todos los campos de concentración nazis y en su Memorial aparecen tanto los fallecidos como los supervivientes ordenados por comunidades, trabajo que incluso sirvió de base de datos al Ministerio de Cultura. De la historia de los españoles en Mauthausen y de Francesc Boix hablará Bermejo en la conferencia que dará el próximo jueves a las 20.00 horas, también en la Casa Museo Casares Quiroga.

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Exposición Francesc Boix

Boix trabajó en el laboratorio fotográfico del campo de Mauthausen. Tras el golpe que sufrieron los alemanes en la batalla de Stalingrado en agosto de 1942 recibió la orden de destruir los archivos. Con ayuda de otros españoles, entre ellos Ramón Bargueño, natural de Toledo y coruñés de adopción, que era ordenanza en el campo, el fotógrafo logró salvar 20.000 instantáneas que se llevó a París pero de las que apenas se conocen un millar. En la capital francesa trabajó tras su liberación hasta su muerte en 1951,

Pese al peligro que corrió su vida al rescatar los documentos que mostraban el horror nazi, Bermejo apunta que su historia pasó bastante desapercibida. Tuvo su fervor en el proceso de Nüremberg pero parte del material que consiguió rescatar está perdido. El investigador no pierde la esperanza de que "ese tesoro fotográfico escondido" salga en algún momento a la luz, igual que ocurrió con las más de 700 imágenes que realizó Boix con solo 17 años de la Guerra Civil española y la República. En concreto, de la vida en los frentes del Ebro y el Segre vista por los ojos de este fotógrafo que entonces era soldado de la columna Macià-Companys, una unidad de milicianos pertenecientes a ERC y Estat Català que luchaban contra Franco. Bermejo recuerda que el material también estaba perdido hasta que en 2013 la Asociación Fotoconexión lo encontró y descubrió su autoría.

El fotógrafo catalán vuelve a estar ahora de actualidad y sus vivencias saltarán a la gran pantalla este verano en la piel del actor gallego Mario Casas, que encarna a Boix en la nueva película de Mar Targarona El fotógrafo de MauthasenEl fotógrafo de Mauthasen. El experto tuvo la oportunidad de asistir a una jornada de rodaje de la que se llevó "muy buenas sensaciones" debido al "cuidado" con el que vio que se trataba "una historia que merece ser contada".

El destino de la mayoría de los deportados que formaban parte de las compañías de trabajo extranjeras, sobre todo en Francia, fue similar. En 1940 -explica- cayeron como prisioneros de guerra y durante unos meses pudieron enviar correspondencia a sus familiares pero cuando los identificaron como combatientes republicanos y los mandaron a Mauthausen sus familias no volvieron a saber de ellos hasta 1943. Los que sobreviven hasta ese año pudieron volver a comunicarse. Pero como recuerda Bermejo solo se les permitía mandar misivas de un máximo de 25 palabras cada mes y medio. Y con mucho cuidado con lo que se ponía porque estaban sometidas a la censura. Una de las personas a las que el investigador entrevistó en Barcelona le contó que aunque lo llevaron en un tren a Francia, como era menor de 14 años pudo regresar a casa pero su hermano y su padre fueron enviados a Mauthausen. Desde 1940 a 1943 no tuvieron noticias de ellos y ese año en la primera tarjeta que recibieron su hermano informaba de la muerte de su padre de forma velada: "A Francisco no lo esperen. Estoy solo". Historias como estas integran las Cartas de Mauthausen, un libro con misivas entre presos españoles y sus familias que aún no se ha publicado y del que Bermejo es coautor con Sandra Checa.

El experto diferencia dos fases y aclara que los que llegaron con vida a 1942 "tenían bastantes cartas para sobrevivir" porque la mayor parte de los españoles -aclara- murieron antes de ese año porque en esa época el trabajo era "la excusa para el exterminio". Desde entonces, sin embargo, surge el interés por "aprovecharse del producto del trabajo de los deportados". Por eso, en los relatos de los supervivientes no todo son historias del sufrimiento y el horror vivido sino también de momentos menos duros en esa segunda época antes de la liberación, como la creación de un grupo musical que hacía alguna actuación con instrumentos construidos por ellos mismos.

Durante la recopilación de datos para su Memorial, el experto se encontró hasta 13 familias que desconocían el paradero de sus parientes deportados. Destaca el caso de los familiares de un preso de Murcia. Unos viven en Albacete y otros en Alicante. Habían acudido incluso al programa de Paco Lobatón ¿Quién sabe dónde? en la década de los 80 y hasta 2007 no supieron qué había sido de su padre.