Fue agente de la República para la compra de armas durante la Guerra Civil bajo los gobiernos de Largo Caballero y de Negrín. Operaba desde París, donde mantuvo una estrecha relación con el exilio español. Manejaba fortunas para su cometido y ayudó a un buen número de republicanos a huir de España y de la Francia ocupada. La figura, sinuosa y oscura, del socialista gallego José Calviño Ozores sigue hoy bajo un manto de misterio. Volvió a España en las postrimerías del franquismo. Poco antes de morir dejó testimonio en una entrevista, en la que se presentó como "funcionario al servicio de la República". De su azarosa vida nada contó.

Nacido en Lalín en 1894 en el seno de una familia pudiente, propietaria de casas y tierras, estudió ingeniería industrial en Bélgica y Madrid. En las tertulias de la Granja del Henar, coincidió con el socialista Luis Araquistain, que sería fundamental en su vida, al igual que Francisco Largo Caballero -presidente del Gobierno de la República en la guerra- al que conoció cuando Calviño presidía el Círculo Socialista de Argüelles.

Su influencia fue amplia: financió el Consejo de Galicia en París (1956), fundada por el coruñés César Alvajar. Expulsado del PSOE de Toulouse (Llopis), defendió una federación de partidos socialistas . Entró en contacto con vascos y catalanes y con el gallego Ramón Piñeiro (PG) para fundar el PSG, cuyo periódico, Adiante (1965), editado en Perpiñán, sufragó. Xosé Manuel Beiras, que perteneció a ese partido y fue su secretario general (1971-1977), conoció a Calviño en su estancia en París.

"Supe de Calviño al intentar reconstruir la historia política de mi padre en París, en la clandestinidad, cuando militaba en la USO y recababa apoyos para el sindicato", explica Sonia Ramos, hija de Agapito Ramos, consejero de la Presidencia de la Comunidad de Madrid con Leguina: "Mi padre y Calviño habían tenido una relación muy estrecha y se vieron regularmente, a mediados de los años sesenta, en una tertulia en el café Marichal Champ Elysés, a la que iban Josep Pallach y Wilebaldo Solano, antiguos militantes del POUM que en esa época querían renovar el socialismo y apostaban por un Estado federal español", añade Ramos. Ese es el origen de las intensas pesquisas que ha llevado a cabo Ramos, que busca un editor para su trabajo.

Con Luis Araquistain de embajador de España en París, Calviño, que era funcionario de Hacienda, fue destinado a París con objeto de hacerse cargo del Servicio de Adquisiciones Especiales de la República para la compra de armas y munición con destino al Frente Popular. De ese modo entró en un mundo de "ladrones por doquier", como él mismo dijo, en el que "los pícaros actuaban como gánsters profesionales": "Las circunstancias nos obligaban a hacer confianza por cantidades astronómicas a personas con las cuales uno no estaba muy seguro de conservar la cartera".

Entabló relación con el embajador de México, Luis Ignacio Rodríguez Taboada, enviado a París por Lázaro Cárdenas, con la misión de proteger y ayudar a evacuar a los refugiados españoles. Calviño corría los mismos riesgos en la Francia ocupada por los nazis en 1940 y le pidió protección y que guardara una maleta suya de contenido muy valioso. Era el Tesoro de Calviño".

Vigilado y perseguido, logró zafarse de la policía y se refugió en Suiza con su mujer y sus dos hijos. Logró poner a salvo los fondos de la Comisión de Compras y financiar con ellos la salida de republicanos de España -fletó barcos que salieron de Valencia y Alicante- y socorrer a los que huían a América. Acabada la Guerra Mundial regresó a París y cobijó en su casa al expresidente Largo Caballero cuando volvía de un campo de concentración alemán.

Fue acusado por los suyos de utilizar fondos de la República en su propio beneficio. En Ginebra y en París, Calviño vivió con holgura en tiempos de miseria, ante el resquemor de muchos exiliados, a los que seguía ayudando.

El Tesoro de Calviño, su maleta repleta de información y quizá de millones, se convirtió en objetivo de Franco, así como la devolución de los bienes de la República al nuevo Estado, que también reclamaba el Gobierno en el exilio de Giral. Detenido y encarcelado, quedó en libertad el 23 de diciembre de 1940. El hombre de "risa alegre de gitano aventurero", como le llamó el embajador mexicano, había entregado su maleta al Gobierno español, lo que permitió a los agentes franquistas llevar a cabo detenciones en el sur de Francia y registrar, entre otras, las viviendas de Portela Valladares y de Josep Tarradellas.

Calviño, ya con pasaporte español -firmado por el diplomático coruñés Juan Luis Pan de Soraluce- siguió manejando dinero. Nunca estuvo claro dónde acababa su trabajo como agente del Estado y empezaban sus negocios privados. Hay constancia de que entregó al Gobierno de Franco distintas sumas millonarias de dinero, de las que se quedaba con el 10%. Viajó por distintos países para liquidar bienes y seguir tejiendo negocios, a veces, acompañado por agentes franquistas, mientras hacía creer a correligionarios y amigos que sus ausencias obedecían a detenciones.

Convertido en los años cincuenta en empresario, filántropo y mecenas, siguió ayudando a los emigrados españoles. Lo hizo con el pintor gallego Manuel Colmeiro, al llegar a París de su exilio argentino, para dar a conocer su obra. Fue marchante de arte y libros: "Prefiero que me sorprendan alguna vez como contrabandista de libros, a ver si así desvanezco mi fama de contrabandista de armas", decía.

Volvió a España poco antes de morir Franco, se instaló en el número 310 de la calle Arturo Soria de Madrid y continuó con sus negocios de exportación. En 1985 fue entrevistado en Onda Madrid por Jorge Martínez Reverte y Ricardo Cid. Se definió como "socialista, republicano y capitalista". Murió dos años después. Tenía 92.