La recuperación llegó mucho antes a la caja de las administraciones que a las grandes cifras de la economía. Puede parecer una contradicción, pero no lo es. Y tiene una explicación muy concreta. Cuando el sector público empezó a sufrir una sangría sin precedentes en sus ingresos por el parón de la actividad, el Gobierno se lanzó a subir los principales impuestos y garantizar que el incremento del déficit sería el menor posible. Primero fue el Ejecutivo liderado por José Luis Rodríguez Zapatero y luego el equipo de Mariano Rajoy. No quedó sin tocar casi ningún gravamen de los que más dinero aportan al Estado, incluidas las comunidades y los ayuntamientos. Los mejores ejemplos están en el retoque de tipos del IRPF, el IVA, Sociedades y el IBI. Así se explica que nunca antes la recaudación fiscal aportara tanto como ahora. La Xunta lo sabe porque también en su caso está en máximos históricos. Los ingresos por la vía de impuestos y tasas alcanzó los 5.837 millones de euros en 2017, un 3,4% más que el año anterior, según los datos que acaba de publicar el Instituto Galego de Estatística (IGE). Desde el mínimo registrado en 2010, antes de que comenzaran las grandes subidas impositivas, la recaudación de San Caetano directa o a través de la parte cedida de tributos estatales se disparó un 70%.

Solo el buen bocado que se metió el Producto Interior Bruto (PIB) autonómico durante el pasado ejercicio permite que, oficialmente, la presión fiscal -calculada en comparación con el tamaño de la economía- se haya amortiguado ligeramente en Galicia. La recaudación alcanzó el 9,5% del PIB autonómico, frente al 9,6% de 2016. La tendencia, sin embargo, es claramente al alza y acumula cerca de tres puntos de incremento en comparación con 2002, cuando la presión fiscal en la comunidad rondaba el 6,8%.

No hay mejor ejemplo del impacto que ha tenido el refuerzo de los tipos de los grandes impuestos que la diferente velocidad a la que estuvieron moviéndose la economía y los ingresos fiscales de la Xunta estos últimos años. Entre 2014 y 2017, el PIB autonómico medró un 9,9%. La recaudación lo hizo un 15%, y además ya en 2013 salió de los números rojos, por lo que la subida desde el fin de la doble recesión es realmente del 18,6%.

En el reparto por población, cada vez más menguada, no hay freno posible. De media, la recaudación fiscal de la Xunta por habitante ascendió en 2017 a 2.153 euros, después de un avance anual del 3,8%. Hay menos personas a pagar -con el importante matiz de que una parte de estos ingresos proceden de las empresas- y la diferencia desde 2010 es de 911 euros.

IRPF e IVA están casi a la par en aportación a las arcas autonómicas, con el 36,5% (2.131 millones) y el 34,3% (2.003 millones), respectivamente, en el total de ingresos fiscales. La suma del tramo estatal y el autonómico -con los tipos más altos posibles- del impuesto a la venta minorista de combustibles dejó 553,1 millones, casi uno de cada diez euros del global de la recaudación.

Las variaciones más importantes se produjeron en el impuesto sobre el alcohol, con un incremento del 13,6%, hasta los 27 millones; en Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados (224 millones, un 12,3% más); y en Patrimonio: un alza del 8,8%, con casi 78 millones. Cayeron con fuerza el impuesto de los depósitos bancarios por la búsqueda de otras fórmulas de ahorro ante los bajos tipos (21 millones, un 20% menos); y el canon a los embalses (-15%).