En ocasiones dudo que se haya producido el óbito del general que, durante casi 40 años, tuvo en sus manos el destino de un pueblo que, como el español, no es fácilmente gobernable. Pero el pasado viernes, al asistir como oyente al acto organizado por marinos mercantes que finalizaron sus estudios hace 50 años en la entonces Escuela de Náutica de A Coruña -de las mejores de Europa- se me hizo patente la figura de Franco al escuchar a cinco exaltados marinos mercantes que, a voz en grito, proclamaban o exigían que los parlamentos que se producían en dicho acto fueran pronunciados en castellano. Tras la protesta, absolutamente fuera de lugar teniendo en cuenta que estábamos en un centro que forma parte de la Universidade da Coruña y que -como recordó Carlos Aymerich, secretario general del ente universitario- tiene el gallego como idioma oficial, los cinco abandonaron el salón de actos para concentrarse en el hall de la facultad.

He de decir que me quedé con las ganas de preguntarles si se comportarían del mismo modo en un acto similar si este se desarrollase en el País Vasco o en Cataluña; pero eran titulados en puente y máquinas por el centro en el que manifestaban su disconformidad con el idioma utilizado para expresarse por el alcalde de A Coruña -ante el que guardaron silencio- y la secretaria xeral técnica de la Consellería do Mar, ante cuya intervención comenzaron una protesta que finalizó momentos antes de la alocución en castellano del marino mercante y escritor Alfredo Conde, quien dijo: "No reniego de mis dos idiomas".

Fue algo que, como digo, encendió en mi memoria el recuerdo de Francisco Franco, Caudillo de España por la G. de Dios -como rezaban en el haz las viejas monedas de 100 pesetas- a quien vi ponerse en pie cuando el Coro Cántigas da Terra interpretaba con toda solemnidad y en el palacio de Deportes de A Coruña el Himno de Galicia.

Como no he asistido al ágape servido en el Club Náutico de A Coruña a los participantes en esta que pretendía ser jornada de hermandad y recuerdo de los marinos mercantes españoles -mayoritariamente gallegos- me he quedado con las ganas de saber si los protagonistas de la protesta por el uso del gallego en el acto de confraternidad habrán renunciado al pescado y marisco gallego, a la carne gallega, al vino gallego, a los postres gallegos que, supongo, les habrán servido.

A buen seguro que los habrán "entendido" a la perfección.

A Franco, dicen, también le gustaban y un día se puso en pie para asentir a la hora de otorgar reconocimiento al himno de una región -hoy comunidad autónoma- que le acogía.

Tal vez hay que hacerse a la idea de que los españoles somos diversos y respetar esta diversidad que también en los buques en los que han "mandado" se habrá dado, con seguridad.