Un poema de Walt Whitman en homenaje al presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln, me permite dar respuesta a sendos comentarios publicados en este periódico y firmados por un anónimo capitán de la marina mercante tras la publicación del artículo Capitán: ¿Ha muerto Franco, realmente? firmado por mí, en los que -entre otras lindezas- señala que se alegra de que yo no hubiese asistido al almuerzo de confraternidad celebrado por los marinos mercantes de la promoción de 1968 en el Club Náutico de A Coruña porque, aclara, "no se merece usted nuestra invitación" y, además, "está usted más fuera de sitio que un elefante en un garaje". Todo ello después de destacar que fue capitán durante 15 años de un petrolero VLCC (Very Large Crude Carrier). El anónimo capitán significa asimismo que en su promoción, la del año 1968, eran cerca de 200 los estudiantes de la Escuela de Náutica de A Coruña, "la mayoría de fuera de Galicia".

Todo ello para justificar su injustificable protesta por el uso del idioma gallego en el acto conmemorativo de los 50 años de la citada promoción. (Recuerdo al lector que este evento se desarrolló en A Coruña, en un centro de la Universidade da Coruña y con una audiencia mayoritariamente gallega, lo que no fue obstáculo para que cinco de los asistentes -entre ellos un marino de Noia- abandonaran el salón de actos en protesta porque el idioma gallego era utilizado por los integrantes de la mesa oficial de este acto conmemorativo).

"¡Oh, capitán! ¡Mi capitán!/ Nuestro azaroso viaje ha terminado/ El barco capeó los temporales, el premio que buscamos se ha ganado/ Cerca está el puerto, ya oigo las campanas, todo el mundo se muestra alborozado/" (Walt Whitman).

Capitán: ni en su promoción, ni en ninguna de las registradas en el centro que nos acogió el pasado viernes, ha habido nunca mayoría de alumnos no gallegos. (Tampoco es significativo que en el acto mencionado los asistentes fuéramos gallegos la mayoría). Pero esto es lo de menos. Sabe usted muy bien que para los nacidos en esta tierra todo el que viene a ella es bien acogido. Y estoy seguro de que guardará usted buenos recuerdos de su estancia aquí como alumno o como visitante y que habrá recalado en más de una ocasión en el desaparecido Pacovi, donde en función de la propina que se dejaba -dejábamos, porque yo era también de los que me acoderaba a la siempre abarrotada barra del bar- éramos denominados grumete o almirante por aquel que recogía la misma.

Los organizadores del evento de homenaje a los marinos españoles me invitaron a ir (también al almuerzo) a pesar de no ser yo un marino mercante. Ni siquiera soy un pescador deportivo. Asistí a dicho acto porque siento un profundo respeto y admiración por cualquiera de los marinos, sean estos capitanes, jefes de máquinas, radiotelegrafistas, capitanes de pesca, patrones, motoristas, contramaestres, personal de fonda, marineros de cubierta, etc., o miembros de la Armada española. Y a lo largo de mi vida profesional, sin haber mandado nunca un VLCC (sí he construido barcos de papel y dibujado muchos, muchos veleros), he tenido la oportunidad de apoyar a centenares, miles de marinos que, años después de mi jubilación, todavía me hablan de Costa Norte, Mar Adentro o Españoles en la Mar, programas en RNE que me permitieron contar con 83 millones de "marinos" en el mundo entero (muchos menos que las toneladas de crudo que usted habrá transportado por esos mares de Dios). Y puede sumar, si le place, a esos "marinos" que cito a los lectores de esta página de LA OPINIÓN A CORUÑA. Por aquello de echar cuentas, capitán, mi capitán.

No estaba, pues, "fuera de sitio". Si acaso usted atracó en el pantalán equivocado el pasado 11 de mayo a las 12.00 horas. Y usted fue un invitado más. Como yo, pero usted con más motivos y galones. Los organizadores del homenaje -entre los que estaban grandes marinos de cuya amistad me honro- y los asistentes al mismo -entre los cuales figuraban también otros muchos y queridos amigos- no se sumaron a su protesta. Ni siquiera les mandaron guardar silencio. Simplemente, respetaron su derecho de expresión. Pero, créame, no estaban pensando en si usted estaba "fuera de sitio" cual "elefante en un garaje". Le aseguro que nunca me encuentro fuera de sitio si estoy con marinos.

Me gustaría que hubiera disfrutado de ese día en su regreso a las aulas y a su, doy por hecho, querida ciudad de A Coruña.