Mientras que para aquellos que han metido la mano en la buchaca, en el peto o en el bolsillo ajeno quedan miramientos sin límite (máxime si son políticos, banqueros o asimilados) antes de hacerles pasar por el arco que detecta lo que de malo va casi siempre con ellos, la gente de la mar ha de acudir a tierras de secano en las que lo más parecido a ese líquido elemento es la sal. Lo hacen para explicar lo que no tiene explicación alguna porque los de secano, cordieiros ellos, es que no quieren entender aquello que aquí, en el Atlántico y el Cantábrico, incluso donde ambos mares se juntan, que es en el cabo Estaca de Bares, hasta el menos dicharachero cordieiro sabe: pez que se captura con red, difícilmente permanece con vida en la cubierta del barco.

Pues ni con estas entienden los de la sal que obligar a los descartes a partir del año que viene no va a impedir que se pesque. Dicho de otro modo: pescar es matar. Y si ellos, los cordieiros (o cordeleros, si lo prefieren) consideran que obligando a los desembarques de peces capturados y por tanto, muertos, van a solucionar el problema de la sobrepesca, apañados van.

Los que así actúan -pescar para matar- ni siquiera cuentan con la presunción de inocencia: Bruselas los ha declarado culpables y en Madrid no hay abogados de la defensa. Todos son fiscales y los forenses no tienen pito que tocar en este entierro. Que lo digan, si no, los responsables de la fundación Fremss, que se han tenido que ir a la ciudad del Manzanares para presentar su manifiesto para la flexibilización de la obligación de desembarque de las capturas realizadas por la flota de la Unión Europea. A Madrid, porque en Bruselas, como en el poema Os pinos, de Eduardo Pondal, que nos sirve como letra de nuestro himno gallego, non nos entenden, non.

¿Qué les impide comprender que el desembarque de los descartes no va a suponer sino un sobreesfuerzo para los propios pescadores después de que estos hayan cubierto su etapa diaria de pesca? Un desembarque que, a la hora de la verdad, solo puede ayudar -si lo permiten los cordieiros- a los centros benéficos a los que se pudiera hacer entrega de tales desembarques.

Pero de esto, los stocks no se van a enterar.