Desde hace 12 años, Jaime Gayá está al frente del departamento de Aduanas en Galicia. A su mando, un equipo de 100 funcionarios que actúan como policía fiscal en las investigaciones de blanqueo de capitales procedentes del narcotráfico, un delito por el que solo en los últimos cinco años han abierto casi 150 atestados. Gayá relata la complejidad que entraña cada caso, tanto por la investigación en sí cada vez que se tramita una comisión rogatoria al extranjero, como ya en los juzgados por la sobrecarga del día a día que hace que las sentencias se demoren una media de siete años.

En España, según advierte, un mismo juicio se realiza varias veces ya que cada recurso supone una nueva vista. "Una sentencia de decomiso a un grupo de narcos que tarda 15 años pierde eficacia", por lo que -supone- "estará sobre la mesa y se analizará" la creación de juzgados especializados en delitos de blanqueo.

-Galicia fue durante años una de las comunidades en las que Aduanas destapaba más delitos de blanqueo. En 2017, hizo aflorar casi 8 millones en negro, la cifra más baja de los últimos cinco años. ¿Se delinque menos?

-Los datos de 2017 son engañosos. Nosotros computamos la operación como terminada cuando la instrucción ha finalizado. Es decir, se realizó el operativo y ya se ultimó la instrucción sin perjuicio de que quede algún fleco. Tenemos grandes operaciones en curso y suponemos que en este 2018 se ultimarán.

-Los bienes decomisados son, en la mayoría de los casos, tan solo la punta del iceberg ya que es lo que se ve: casas, coches, yates?

-En los casos de blanqueo se trata de bienes descubiertos. Se trata de incrementos de patrimonio no justificados que detectamos. Ese incremento está en bienes que nosotros podemos intervenir y otra parte que o bien se gasta o desaparece.

-¿Se está llegando a las fortunas en paraísos fiscales?

-Sí. Esa es la justificación de por qué nuestras investigaciones tardan más. Tenemos cada vez más comisiones rogatorias en paraísos fiscales. Han aumentado mucho y también aumenta la colaboración internacional. El escenario ha cambiado. Hay mayor presión. Pero una comisión rogatoria es un asunto complejo que alarga las investigaciones. Pero preferimos investigaciones largas y de calidad, que un proceso rápido. No puedo dar detalles, pero tenemos muchas comisiones rogatorias en curso en paraísos fiscales. Con Marcial Dorado, en la operación Retro, las hubo a Suiza, Andorra, e Islas Vírgenes? La pretensión es golpear la base económica de cada grupo criminal por blanqueo para desarticularlo.

-Uno de los problemas con los que se encuentra el SVA es que las causas judiciales se eternizan.

-Una investigación económica con comisiones rogatorias supone un volumen documental abismal y requiere una especialización en la materia. Los jueces son grandes profesionales y ponen todo de su parte, pero a la vez que tienen que cursar una comisión rogatoria a Macao es día les llega un caso de violencia de género, un delito de lesiones? Una de las vías que se apuntan es la especialización de los juzgados en delitos de blanqueo, como en su día se apuntó para delincuencia económica. Es un tema que, supongo, estará sobre la mesa y se analizará.

-¿Hasta qué punto esa falta de juzgados especializados juega en contra de las investigaciones?

-No es tanto por el éxito de las investigaciones, porque acaban saliendo, sino porque es más eficaz una respuesta rápida. Si consigues una sentencia a un grupo de narcotraficantes que decomise el patrimonio 15 años después, el efecto es menor que si llega a los cuatro años. Incluso de cara a la opinión pública. Rompo una lanza por la profesionalidad de los jueces; el problema es su carga de trabajo descomunal. Y hay una serie de trámites procesales que hay que cumplir, porque nuestra legislación procesal es muy garantista y eso ralentiza. En España el mismo juicio se realiza varias veces, ya que cualquier recurso supone una nueva vista. No solo eso, sino que la respuesta del Estado tarda en llegar.

-¿De qué espera está hablando?

-Una investigación de blanqueo lleva de dos o tres años. Y luego ya instrucción, recurso y pasan otros siete u ocho años. Esto sumaría unos diez años. Luego hay casos que van más rápido y que con cuatro o cinco años llega la sentencia.

-El blindaje de la costa ha relegado a Galicia a un segundo plano en las rutas de los narcos. ¿Cuándo dejó de ser la puerta de entrada de la cocaína en Europa?

-Hace muchos años ya que Galicia no es puerta de entrada. Hace cinco o seis años empezó la mutación al contenedor. Los últimos años fuertes, y entonces ya no era puerta de entrada desde hacía tiempo, fueron 2012 y 2013. Desde entonces el medio marítimo estuvo prácticamente abandonado, aunque ahora parece que se ha retomado relativamente. En nuestras investigaciones detectamos que se buscan otros puertos.

-¿Cuáles son las rutas?

-El panorama fundamental hoy es el contenedor. Algeciras, Valencia y Barcelona son los puntos de entrada de la cocaína en España y los puertos del norte de Europa como Amberes, donde en un solo día llegaron a interceptarse nueve toneladas.

-Que Galicia no sea puerta de entrada no quiere decir que haya desaparecido de los mapas de las redes de narcos sudamericanos.

-No han desparecido. Sigue habiendo grupo criminales gallegos dedicados al narcotráfico que intentan introducir por otras vías, participan en operaciones de otros puertos y en el tráfico de hachís en el Estrecho. En hachís tenemos un recorrido en Galicia: los años de control y las actuaciones policiales han hecho que la vía marítima esté bastante atenuada. Y en cuanto a contenedores, nuestros puertos son pequeños en el panorama nacional y europeo. Un elemento fundamental es el blindaje de la costa, con muchas operaciones y control durante años. Pero mantenemos la presión.

-¿Siguen activos los viejos clanes de narcos gallegos?

-Quienes se introducen en el mundo de la delincuencia organizada del narcotráfico es muy difícil que lo abandonen porque tienen una serie de conocimientos y contactos. Se ve en cada operativo: cada dos por tres aparecen los mismos. Siguen activos y siguen intentándolo.

-¿Cuál es su papel en el entramado de cocaína o hachís?

-Son parte del engranaje que pueden facilitar contacto a los colombianos en puertos. Probablemente hayan perdido el papel preponderante. Tienen relaciones directas con grupos colombianos; el papel en su momento como narcotransportistas de los colombianos era muy definido, pero en la actualidad ya no lo está porque no hay una amenaza marítima como hace años.

-Los narcos también apuestan por sistemas cada vez más sofisticados, ¿qué es lo último para burlar la vigilancia de Aduanas?

-Antes era el gancho perdido o rip off, meter una bolsa en un contenedor [oculta entre mercancía legal y se aparenta que el contenedor no se ha manipulado]. La última técnica es drop off: un tripulante del mercante está conectado con la organización de narcos y meten en un contenedor vacío una bolsa de cocaína y cerca de la costa contactan con algún pesquero o lancha que deja caer el paquete [con un dispositivo de geolocalización] y alguien lo recoge. Tuvimos un caso el año pasado: 70 kilos que arrojó un polizón de un mercante. La mochila iba con flotadores y una baliza. Desde hace unos cuatro años también se está volviendo a la heroína. En agosto pasado se interceptaron 64 kilos en Galicia. Es un fenómeno que estaba prácticamente desaparecido y que vuelve.

-¿A qué se debe?

-La inestabilidad de los países productores: Afganistán, Pakistán? Damos por hecho que el perfil de politoxicómano tiene tendencia a probar cosas nuevas. Durante un tiempo eran las drogas de diseño, ahora vuelve la heroína.