José María O'Kean es uno de los más conocidos economistas españoles. Este catedrático de Economía Aplicada en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y profesor en la IE Business School apuesta por mejorar el actual marco laboral y cree que las administraciones públicas imponen un exceso de regulación que dificulta la actividad empresarial. La salida de la crisis, los suelos, las pensiones y la crisis catalana son algunos de los temas que pasan por su mirada.

-En los últimos años se ha producido una mejora económica pero la impresión es que se percibe más en los datos macro que en las condiciones del conjunto de la población.

-Antes salíamos de la crisis devaluando la moneda pero ahora, con el euro, eso no ha podido hacerse. Estamos saliendo porque los salarios se han moderado. O sea, que la salida de la crisis ha venido por una devaluación real, y por eso mucha gente tiene la percepción de que la globalización no le he beneficiado. Es normal que se sientan perjudicados.

- Empresarios y sindicatos han firmado un acuerdo marco para la subida de salarios (un 2% y otro 1% en función de las condiciones de cada empresa) ¿Se puede empezar a recuperar lo perdido durante la crisis?

-Las empresas irán repercutiendo ese 2% que se ha firmado, con otro 1% que dependerá de la productividad, pero la cuestión de fondo es por qué en España pagamos sueldos tan bajos. Estamos especializados en una serie de actividades que no generan mucho valor. Para que los salarios suban de forma consistente tenemos que especializarnos en puestos que generan más valor añadido.

-¿Tiene muchos deberes que afrontar el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez?

-Los tiene. Está por un lado el tema de las pensiones, que hay que aclarar cómo se van a financiar; el problema de la financiación autonómica, que está relacionado con la crisis catalana y que mete mucha presión; el problema del mercado laboral, que en España no funciona bien porque cuando llega una crisis ponemos a dos millones de personas con contrato temporal en la calle; o el asunto de la transformación digital en la economía, al que hay que adaptarse. Otro asunto que es que tanto el Estado como las familias están muy endeudadas. Se necesitan ajustes para avanzar y para mantener ese crecimiento anual del 3% del PIB en España, que está ayudando muchísimo a reducir tensión económica y social.

-¿Y se pueden hacer cosas con la actual distribución de fuerzas políticas?

-Debemos aprovechar los buenos tiempos para acometer las reformas. Siempre las hacemos en crisis, cuando estamos al borde del precipicio, y por eso todo nos resulta mucho más costoso. Es verdad que el Gobierno no tiene aritmética política para afrontar todo esto, y en cierta medida eso puede resultar hasta tranquilizador, porque si los cambios se van a hacer en una dirección contraria a la que se necesita, mejor que nos los haga.

-La reforma laboral que hizo el PP en 2012 lleva años en el centro de la polémica. Los críticos hablan de derogarla y los que la apoyan prefieren hablar de introducir mejoras.

-No se puede volver al marco laboral de antes, porque se ha demostrado que eso no funciona. Tenemos que plantearnos una reforma laboral pensando en el futuro, no en el pasado. La gente hace mucho más teletrabajo ahora, igual no quieren trabajar 40 horas de lunes a viernes, sino hacerlo en cuatro días y tener el viernes libre. Se trata de hacer ajustes distintos. Y desde luego, hay que acabar con el abuso de los contratos temporales. Los empresarios no se gastan dinero en la formación de los trabajadores porque saben que los van a despedir en seis meses. Se rota sistemáticamente a los empleados por los mismos puestos con contratos de menos de mil euros al mes. Así no se puede construir una sociedad.

-¿Entonces, qué hay que hacer?

-La reforma laboral tiene que avanzar en unas líneas claras. Por ejemplo, es evidente que si un hombre y una mujer realizan el mismo trabajo tienen que ganar igual. Es evidente también que si se echan horas extraordinarias se las tienen que pagar. Y que las empresas tienen que gastarse dinero en la formación de los trabajadores, porque el capital humano es clave. Pero vivimos en un mundo tan disruptivo y cambiante que también hay que dar a las empresas flexibilidad para cambiar a las trabajadores, tanto en sus funciones como en cuanto a las personas que desempeñan las tareas. Es evidente que si una economía empieza a entrar en fase de paro lo mejor es que los trabajadores pasen a echar seis horas en lugar de ocho antes que despedir al 20% de la plantilla.

-¿Todas esas ideas ayudarían también a reducir el paro?

-Son cosas tan evidentes que no sé por qué no las aplicamos. No sé por qué queremos volver al pasado, cuando hemos tenido siempre una de las tasas de paro más altas de Europa. Cuando entramos en crisis hemos llegado al 26% en España, mientras que los demás países estaban en el 10%. Lo que no podemos es coger lo mejor de las relaciones laborales de cada país y no las medidas que realmente ajustan su economía. La reforma laboral tiene que abordar el futuro. Y con elementos del pasado no podemos hacerlo.

-Propone usted algo así como cambiar de chip.

-No se trata de derogar la reforma laboral sino de tener una visión nueva de las relaciones laborales que no sea de enfrentamiento entre empresarios y trabajadores. Esa es la dialéctica en la que han estado siempre basadas todas las relaciones laborales en España. Hay que buscar una relación distinta, donde cada uno tenga sus derechos y sus obligaciones. Lógicamente, la parte más débil es la de los trabajadores.

-El futuro de las pensiones es uno de los grandes retos, ¿cómo observa este asunto?

-Las pensiones se pueden comparar a una bañera llena de agua, que tiene unas entradas y unas salidas. Cada vez habrá más pensionistas y menos trabajadores para sostener esas pensiones. En torno a esta imagen hay dos modelos. Uno es el que sigue el Pacto de Toledo por mantener esa bañera, con posibles modificaciones para que haya más ingresos. El otro modelo es el de romper esa bañera.