"Dar a los gallegos luz en la noche, pan a sus demandas y dignidad a la vida". Con esta frase de Castelao se estrenaba Gerardo Fernández Albor en 1982 como primer presidente electo de Galicia. Sus palabras fueron recordadas ayer, a modo de despedida, por el jefe del Ejecutivo gallego, Alberto Núñez Feijóo, como parte de "la herencia" que deja a la comunidad gallega. El hombre que fue médico, piloto en la Alemania del III Reich, intelectual galleguista y "arquitecto" de la autonomía de Galicia falleció ayer a los cien años en Santiago. Su muerte suscitó numerosas muestras de pesar en la política gallega, tanto en la filas del PP, como entre los partidos de la oposición.

Los restos del expresidente fueron velados en el tanatorio de Boisaca, en Santiago de Compostela, donde hoy está previsto a las 11.15 que se celebre el funeral. La familia optó por dar su adiós a Fernández Albor en la intimidad.

En todo caso, la Xunta organizará un funeral institucional para despedir al expresidente este mes. La fecha todavía está todavía pendiente de confirmar. Y el PP gallego prevé un acto de homenaje en septiembre coincidiendo con el que sería el 101 aniversario de Albor.

Los primeros en desplazarse ayer hasta la capilla ardiente fueron el presidente de la Xunta, el portavoz parlamentario del PP gallego, Pedro Puy; el secretario xeral del PP de Galicia, Miguel Tellado; el vicepresidente de la Xunta, Alfonso Rueda, y el presidente del Parlamento, Miguel Santalices. "Se fue durmiendo. Sin avisar, sin hacer ruido, sin molestar, prosiguió en ese sueño que ahora se convierte en sueño eterno", señaló Feijóo a su salida del tanatorio.

Albor había cumplido 100 años el pasado mes de septiembre y con ocasión de su aniversario recibió de manos del entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo en un sentido homenaje que le organizaron en la Cidade da Cultura y al que acudieron destacadas personalidades políticas como la presidenta del Congreso, Ana Pastor, o el entonces ministro de Educación y portavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo. "Yo soy como un roble, mis raíces están en la tierra y con los brotes más tiernos acaricio el cielo", había dicho el expresidente homenajeado en ese momento. Fue su último acto público.

Falleció en su casa, en Santiago, en la mañana de ayer. La noticia llegó a San Caetano cuando estaban reunidos en el Consello de la Xunta. "Albor fue una de las piezas fundamentales de la historia gallega del siglo XX y uno de los principales arquitectos de la Galicia autonómica", señaló el jefe del Ejecutivo gallego, que canceló la rueda de prensa posterior al Consello y se limitó a leer una declaración institucional. "La deuda de gratitud que esta tierra tiene con Albor es tan grande que necesitaremos muchos años para poder comprenderla en toda su importancia", señaló Feijóo, que aludió a las distintas facetas de Albor como presidente de la Xunta, intelectual, doctor y como gallego.

Así, recordó que como máximo mandatario de Galicia fue el exponente del "sentidiño". "Presidió Galicia en una época en la que todo estaba por hacer y el lo dejó hecho", ensalzó el titular de la Xunta. Como intelectual, añadió Feijóo, el expresidente gallego fue "uno de los grandes teóricos del galleguismo inclusivo". "La Galicia que imaginó es la que tenemos hoy en día: profundamente gallega, profundamente española y profundamente española", explicó.

En su faceta de doctor, contribuyó a la modernización de la medicina, en palabras de Feijóo, y como gallego "no se apartó un palmo de su pueblo". "Siempre le fue leal, próximo y accesible", defendió.

Feijóo, al que siempre le gustó proclamarse heredero del "sentidiño" y el "galleguismo" de Albor, definió al expresidente como "un hombre del Renacimiento en pleno siglo XX". "Siempre pensó que el diálogo es el mejor camino, que el otro puede tener razón y que el fin nunca justifica los medios", describió. Albor, que inició su carrera política de forma tardía -tenía más de 60 años- alargó su trayectoria hasta que su salud se lo permitió. Fue presidente de la Xunta desde 1982 hasta 1987, cuando la traición de su vicepresidente Xosé Luis Barreiro y otros cinco conselleiros desencadenaron una moción de censura que lo apartó del poder.

Aterrizó en el Parlamento europeo donde ocupó un escaño hasta cumplidos los 80. En 2007 fue el primer expresidente en pedir el ingreso en el Consello Consultivo y acudió cada día a su despacho en el centro de Santiago y ha participado en múltiples actos del PP gallego, partido en el que ocupaba la Presidencia de Honor.