Leo Bassi repasa en el espectáculo El último bufón sus 40 años de trayectoria, una carrera cargada de aplausos y también de algún que otro susto, como el que recibió en 2006, cuando le colocaron una bomba junto a su camerino.

- ¿Qué significa para usted ser bufón en estos tiempos en los que la libertad de expresión está en entredicho?

-Por un lado hay un poder que a veces se disfraza de democracia y por el otro, un frente que quizás tiene mucho orgullo y no quiere vivir arrodillado. Hay dos maneras de enfrentarse al poder: la manera frontal, con un fusil y disparando, algo que no es muy eficaz; o hacerlo con imaginación, seduciendo al pueblo y demostrando, con la risa, que hay otra narrativa contraria a los intereses del poder. El bufón lleva haciendo esto desde hace 2.000 años, lo hace ahora y lo seguirá haciendo, seguramente, también en el futuro.

- Sufrió censura, insultos, ataques e incluso le colocaron un artefacto explosivo en el teatro Alfil de Madrid. ¿Se ha acostumbrado ya a la persecución de sus detractores?

-Quizá sea políticamente incorrecto lo que diré, pero la censura es creativa. En mi caso me ha obligado a buscar mensajes sofisticados, medir mi propia valentía, concienciarme todavía más. Hace dos años me quemaron el Paticano en Madrid [desde 2012 Bassi adora un pato de goma amarillo "redentor" con el que celebra regularmente misas y acontecimientos como bodas y bautizos con su propia liturgia] con cócteles molotov y gasolina y entonces la Justicia no se mostró muy interesada por investigar lo ocurrido. Todo esto me ha hecho más duro, ha confirmado mis opiniones y me ha dado más fuerzas para seguir. Sin la censura no habría ido tan lejos en mis reflexiones.

- ¿Qué opinión le merece la detención y posterior puesta en libertad, tras una noche en los calabozos, de Willy Toledo?

-He estado muy cerca de Willy Toledo en los últimos tiempos, defendiéndole y en contacto con él. Por un lado, todo esto es grotesco. La Asociación de Abogados Cristianos son los mismos que se han querellado contra mí no sé cuántas veces, y he ganado en todos los casos. En Galicia, en una ocasión, la Policía se presentó en medio de una función para averiguar mi identidad. Un episodio ridículo, si estoy en una función y hay 700 personas, ¿por qué hay que averiguar mi identidad?, ¿por una querella de esta asociación? Yo siempre he seguido el juego de la Justicia, he cogido abogados, presentado recursos y siempre he ganado. Quizás Willy Toledo es más noble y ha decidido hacer objeción de conciencia e ir contra las leyes. Willy considera que estas leyes son prehistóricas. Para mí, Willy es increíblemente sincero, no hay circo en él, piensa una cosa y la dice. Eso es la esencia de la democracia. Willy Toledo destaca por su valentía en un mundo en el que la gente se esconde y es víctima del miedo. Los riesgos son necesarios.

- Uno de los pocos políticos que se ha pronunciado sobre el caso de Willy Toledo ha sido Pablo Iglesias, que ha dicho: "Defender la libertad de expresión es una obligación para cualquier demócrata".

-Estoy de acuerdo. Hay cosas de Pablo Iglesias que no me gustan últimamente pero otras, como esta, sí. Suscribo sus palabras.

- ¿Ha pensado alguna vez en retirarse y dedicarse a otras causas menos peligrosas?

-No. El 1 de marzo de 2006, cuando me pusieron una bomba junto al camerino del Alfil y evacuaron el edificio, quise quedarme solo en el teatro. Así lo pedí, quería tranquilidad, reflexionar sobre todo lo que pasó en aquellas dos horas. Alguien quiso matarme. Me senté frente a un espejo, cinco minutos en silencio, mirándome, y me dije: Esto es lo que me gusta hacer. No tengo problema en arriesgar mi vida por ello. Desde entonces no he dado un paso atrás, al contrario, ahora soy más cañero.

- ¿Por qué llora Leo Bassi?

-Quien me conoce sabe que no consigo controlarme y puedo llorar fácilmente. Lloro ante la fragilidad de la vida, ante la inocencia destrozada por el poder, como la del niño Alan Kurdi tumbado muerto en una playa de Turquía.

- ¿Qué haría usted con los restos de un dictador como Franco?

-En la historia de la Humanidad, los verdaderos vencedores tienden a mostrarse magnánimos. Mi primera reacción sería tirar sus restos en el contenedor más cercano al Valle de los Caídos. Pero no. Lo entregaría a la familia, con mucha generosidad, y que hagan lo que quieran con su cuerpo, es asunto suyo. Y lo haría con respeto y dignidad.

- ¿Y qué uso le daría al Valle de los Caídos?

-Tendría que quedarse para siempre como un museo del franquismo. Los niños tendrían que visitarlo, como hacen en Auschwitz. El Valle de los Caídos, con 40.000 cuerpos sin nombres ni apellidos, salvo los de Franco y Primo de Rivera, es el símbolo absoluto de lo que representa un dictador, al que se le fue la olla en su construcción, con esa cruz de 150 metros de altura y ese túnel. Con el Bassibus he estado ahí siete u ocho veces, poniendo fotos de Sadam Husein sobre la tumba de Franco. Era el tiempo del No a la guerra. Luchamos contra un dictador en Oriente Medio cuando en casa teníamos otro ahí con todos los honores.