La entrada a Chandebrito ya no es aquella escena absolutamente gris que quedó grabada en la retina de todos los que, hace justo un año, vivieron y siguieron a través de los medios de comunicación la aterradora ola de incendios que asoló el sur de Galicia. El paisaje recupera su tonalidad verde: han crecido los helechos, la hierba, los arbustos... Además, el eucalipto va conquistando terreno quemado, como se puede observar en los espacios que quedaron cubiertos por las llamas aquel fatídico 15 de octubre de 2017.

Poco a poco esta aldea de Nigrán, de unos 500 habitantes, vuelve a la vida. La casa que ardió ya tiene muebles nuevos y las que sufrieron desperfectos en ventanas, tejados y galpones están terminando de dejarlo todo como estaba. La solidaridad de los vecinos, las donaciones de instituciones y empresas y los conciertos organizados fueron cruciales para recaudar fondos y culminar los arreglos de los estragos causados por las llamas.

Entre los arbustos que crecen todavía se pueden ver troncos de árboles que en su día fueron tocados por el fuego. Troncos desnudos y ennegrecidos, sin hojas ni ramas. Son los testigos de la masa arbórea que fue y que tardará años en volver a ser.

Chandebrito se convirtió en zona cero de una traca incendiaria de más de 264 fuegos en 72 horas, desde Baiona, Nigrán, Salvaterra de Miño, Gondomar, As Neves, Ponteareas hasta Redondela, Soutomaior o Pazos de Borbén. La oleada se cebó también con la provincia de Ourense, afectando a Paderne, Castro Caldelas, Chandrexa de Queixa, Baños de Molgas, Oseira o Lobios y, en la de Lugo, tocó Cervantes. Más de 49.000 hectáreas tragadas por el fuego durante tres días coincidiendo con una fuerte sequía. Improvisadas cadenas humanas con cubos de agua, medios aéreos, cisternas, evacuación de personas... tropas de operativos desplegadas por todo el sur para intentar frenar una ola de incendios que dejó cuatro víctimas mortales: dos mujeres en Nigrán, un hombre en Vigo y otro en Carballeda de Avia.

Una fuente con una placa, al pie del Monte do Castro en Chandebrito, recuerda a Maximina Iglesias y Angelina Otero, de 86 y 78 años de edad, fallecidas cuando viajaban en un coche en la operación de evacuación en Chandebrito durante aquella primera tarde-noche del horror. De las 460 hectáreas sobre las que se asienta la aldea de Chandebrito, ardió el 99%. "Tenemos 220 hectáreas de monte comunal y 240 de propiedad privada. Se quemó prácticamente todo, incluso los jardines de las casas, campos, pastos...", recuerda Víctor Vidal, presidente de la Comunidad de Montes y de la Asociación de Vecinos de Chandebrito. El último año fue una carrera de fondo para intentar volver a la normalidad. No era tarea fácil: los montes arrasados y más de 20 casas tocadas por el fuego. "La madera la pudimos vender. Era una madera de muy buena calidad y el fuego pasó muy rápido porque hacía mucho viento. No ardió tanto como para que no se pudiera comercializar. Y así lo hicimos. Perdió valor, pero logramos venderla. En estos momentos hemos cortado el 90% del arbolado afectado, nos falta un 10%", explica Vidal. Los manantiales se quedaron secos, hasta las tuberías se quemaron durante los incendios. "Tuvimos que cambiar las tuberías porque ardieron. Además, fue una época de mucha sequía y los embalses quedaron a cero. El Ayuntamiento de Nigrán nos envió camiones cisterna para poder tener agua corriente en las viviendas", apunta Vidal recordando las semanas posteriores a los fuegos del año pasado.

A lo largo de la aldea de Chandebrito hay numerosos espacios con árboles nuevos, plantados a lo largo de este año tanto por los vecinos, como por colegios y asociaciones ecologistas que han colaborado en la recuperación ambiental de la zona. El panorama pinta optimista hasta que se encuentra con la dureza de las cifras: "ardieron cerca de un millón de árboles y para llegar a ese número todavía nos faltan por plantar más de 900.000", apunta Víctor Vidal.

Se sorprende de la regeneración "tan rápida" del medio ambiente después de una situación como la vivida. "Está rebrotando el pino de manera espontánea, sin que hayamos intervenido para que así sea, y de una forma vasta el eucalipto, incluso en zonas en las que antes no estaba", describe el presidente de la comunidad de montes, que a lo largo de este año ha coordinado las labores de limpieza del monte comunal y conoce al milímetro cómo se va recuperando cada una de las áreas afectadas. Según el mapa físico de la zona, antes de los incendios de octubre el paisaje arbóreo de Chandebrito estaba compuesto en un 85% por pinos, un 10% por frondosas y un 5% por eucaliptos, según recuerda Vidal.

Tanto el pino como el eucalipto son especies pirófitas, expresa Víctor. Tras un incendio renacen de manera natural. A Vidal, así como a vecinos consultados, les llama la atención la expansión del eucalipto: "si antes ocupaba un 5% del terreno ahora ya debe estar por un 15% o un 20% del monte comunal", indica. "Están naciendo muchos, la cuestión es que si no los apartamos puede ser contraproducente. Si nos fijamos en los viales, la cantidad de ellos que están naciendo... parecen plantados pero están naciendo de manera natural. Los fuegos hacen que rebroten de manera vasta. Por ello, dentro de cinco años, si no organizamos el crecimiento y se dan unas condiciones meteorológicas similares a las del año pasado en el mes de octubre, con altas temperaturas y vientos, puede ser peligroso", expresa Víctor.

Para el alcalde, Juan González, tras los incendios: "tanto el concello como la comunidad de montes y los vecinos hemos conseguido cambiar la relación con la naturaleza". "Debemos cuidar los montes, con cortas selectivas y cambiar la imagen: no puede ser el único fin el extractivo, de obtener madera rápida", expresa el regidor.

La comunidad se esfuerza en la plantación de especies autóctonas en el mayor número de hectáreas posible. Y continuarán haciéndolo.

Para Vidal, la clave está en la ordenación con respecto a las casas y a los núcleos de población. Recuerda que la propia ley de montes plantea unas distancias entre las casas y el arbolado que han de cumplirse. Hay unas distancias menores para arbustos pero para la masa arbolada debe existir una distancia de 50 metros. "Dentro de la zona comunal es responsabilidad de la comunidad de montes pero en la propiedad privada deben ser los propietarios los que se encarguen de cumplir las distancias mínimas. Además, hay que tender a la biodiversidad de especies, no es bueno que se convierta en un monocultivo", finaliza.