La comisión que investiga en el Congreso el accidente de Angrois reveló ayer que Renfe era consciente del riesgo de velocidad que tenía la curva de A Grandeira y que Adif, pese a ese riesgo, no consideró necesario modificar la velocidad en ese punto, aunque sí en tres curvas posteriores.

En su comparecencia, el director general de Seguridad, Organización y Recursos Humanos de Renfe, Cecilio Gómez-Comino, declaró ayer que durante la formación de los maquinistas de la línea Ourense-Santiago, en la que se produjo el accidente, se hizo "especial énfasis" en "el riesgo de la velocidad de la curva" de A Grandeira. Por su parte, el exdirector de Vía de Alta Velocidad y subdirector de Vía de Adif, José Manuel Galindo, garantizó que se cumplió con el acta que pedía corregir el cuadro de velocidades máximas para evitar saltos de velocidad en la línea accidentada, aunque esa corrección no afectaba a la curva de A Grandeira, en la que se pasaba de 200 a 80 kilómetros por hora.

Gómez-Comino aseguró tener "constancia fehaciente" de que se formó al maquinista que conducía el día del accidente "de manera escrupulosa en los peligros de la curva". "Especialmente", detalló, se le indicó que estuviese "alerta" en los momentos de transición del Sistema de Gestión Europeo de Tráfico Ferroviario (ERTMS) al de Anuncio de Señales y Frenado Automático (ASFA) y en la curva de A Grandeira.

Aunque insistió en varias ocasiones en que no tenía intención de "señalar a nadie", también reiteró que el maquinista tomó la curva con un exceso de velocidad y el "factor coadyuvante" de estar hablando por teléfono móvil con el interventor del tren. Según Gómez-Comino, en la formación que reciben los maquinistas se les especifica cuándo y cómo pueden utilizar el teléfono móvil y se limita su uso a emergencias.

"Para saber si una cosa es una emergencia o no, no necesitas cien segundos", determinó el compareciente en alusión a la duración de la llamada que distrajo al maquinista, y añadió que aunque es obligatorio atender a las llamadas de los interventores por si se trata de una emergencia, estas se reconocen en "tres o cinco segundos". Pese a ello, insistió en que "jamás" señalará a un compañero porque "cualquiera" puede cometer "un fallo humano".

En cualquier caso, enumeró tres aspectos determinantes en todo maquinista -la experiencia, la formación y la concentración-, y señaló que en este caso "no se puede hablar de falta de formación porque habría tenido un incidente a la primera". Gómez-Comino recordó que el maquinista llevaba un año circulando por la línea, que se le habían hecho acompañamientos en los que no había cometido ningún error y que contaba con once años de experiencia en la locomoción ferroviaria.

Por otro lado, se refirió al aviso del jefe de maquinistas José Ramón Iglesias Mazaira, quien alertó del riesgo que entrañaba la curva y la falta de señalización ante un cambio tan brusco de velocidad, y aseguró que en Renfe no fueron conscientes del mismo porque "no llegó a los foros que debía llegar". Después sí admitió que algunos miembros de Renfe tenían constancia del aviso, pero incidió en que "en el foro" en el que se abordó solo se trataban temas "operacionales" y no de seguridad.

En junio de 2011, en una reunión en la que estuvo presente el exdirector de Vía de Alta Velocidad y subdirector de Vía de Adif, José Manuel Galindo, se pedía modificar el cuadro de velocidades máximas en el tramo de entrada en Santiago para evitar saltos de velocidad. Según explicó Galindo, no obstante, esta petición no afectaba a la curva de A Grandeira sino a otras tres curvas posteriores que estaban próximas entre sí y que presentaban inicialmente velocidades distintas.

Por ello, afirmó que se decidió homogeneizar el trazado posterior a la curva de A Grandeira al fijar una velocidad de 65 kilómetros por hora en las tres curvas posteriores y de 60 kilómetros por hora ya entrando en la estación de Santiago.