Es muy difícil encontrar a una persona desaparecida. Pese al esfuerzo y al trabajo muchas veces no se logra dar con el paradero. En Galicia el terreno lo complicar: la maleza, la orografía, la dispersión geográfica, con aldeas por todas partes, y una población cada vez más envejecida. Carlos Lozano, cabo primero, está al frente del Grupo Cinológico de Seguridad y Rescate, la única unidad canina de la Guardia Civil en Galicia y que tiene su base de operaciones en Ourense. El 95% de sus misiones, según detalla Lozano, son operativos de búsqueda y puntualmente hacen labor disuasoria de seguridad en puertos y aeropuertos. Cuando se pone en marcha un rastreo en el rural -el año pasado hubo 31 desapariciones en toda la comunidad-, los guías van con canes adiestrados.

En A Chaira, un monte de Pereiro de Aguiar, el cabo Lozano y los guardias civiles Marta Álvarez, Ignacio Alonso y Luis Ferro -el único gallego, con diez años de experiencia previa con perros de explosivos- suelen adiestrar a los animales. Entrenando el ladrido, que es la señal de alerta si dan con una persona. Tumbándose ocultos entre la maleza para que los canes los busquen y localicen. Vera, Bambú, Xisca, Noé y Bado están considerados como "hechos", con la preparación ya alcanzada. Alice, Onza y Dina continúan en fase de aprendizaje. "Empiezas con él desde pequeño. Primero, a jugar con el trapo o la pelota, después le enseñas a buscar a la persona y vas trabajando el marcaje. Puedes darle un incentivo con un premio de comida o con la pelota", explican.

La labor no termina en la jornada de trabajo. La mayoría de los animales están al cuidado de los agentes en su casa, por lo que el vínculo se refuerza con el lazo afectivo, sin dejar que el perro, que no es una mascota, aparque las pautas de aprendizaje. "Este es un trabajo con una dedicación durante 24 horas, en el que al tienes que implicar a tu familia", coinciden los agentes Álvarez y Lozano.

Operativo de rastreo

No hay ningún can en la unidad gallega que sea un sabueso de rastreo, que siguen atados la huella de una persona tras oler una prenda. Todos los perros del grupo cinológico están catalogados como de grandes áreas, cuya función consiste en descartar la presencia de una persona en una zona de monte concreta. El viento es un factor clave para el éxito de la misión. El animal busca en círculo y si encuentra al humano ladra para ubicar su posición y avisar a los guías. Su aprendizaje se basa en descartar a cualquier individuo que esté de pie, para que el despliegue de profesionales y voluntarios durante un rastreo no los distraiga.

Estos animales solo pueden dar con personas vivas o que lleven muy pocas horas fallecidas. Participan hasta un máximo de cuatro o cinco días en cada operativo. Su dedicación a la Guardia Civil finaliza a los diez u once años. "Esta es la especialidad más dura, en la que más sufren los perros, más incluso que en las especialidades de drogas o explosivos".

"Realmente estás toda la vida entrenando. Pero al perro se le considera completo cuando es capaz de marcar bien". En ese momento hace una prueba y se le certifica. Lozano tiene en casa a las labradoras Alice y Vera, Ferro al pastor Bambú, que queda en la perrera de la Comandancia, Alonso a los border collie Xisca, Noé, Onza y Dina, y Álvarez a Bado, un ejemplar ya entrenado que le dieron en la escuela de formación de El Pardo (el curso dura 6 meses).

Además, el cabo entrena y cuida en su domicilio al pastor de cuatro años Dak, un animal que fue adquirido en Eslovaquia, el único de todo el grupo que se está especializando en la detección de cebos envenenados. Será el primero con estas facultades con el que contará la Guardia Civil en Galicia.

"Estará preparado para detectar, por ejemplo, si se emplean salchichas tóxicas en un parque para matar perros, o veneno para acabar con el lobo que ronda a explotaciones ganaderas. También podrá utilizarse para una inspección en apoyo del Seprona en una nave ganadera para detectar productos tóxicos, como estricnina o aldicarb", describe el jefe del grupo.