El rural gallego no atraviesa su mejor momento. Sumido en una crisis de precios en el sector lácteo y cárnico, la falta de relevo generacional y el envejecimiento, el futuro de las explotaciones es incierto para los agricultores y ganaderos de la comunidad. Entre ellos está el cada vez mayor número de jóvenes que encontró un nicho de negocio en el campo tras el estallido de la crisis.

El número de jóvenes que se han sumado a la actividad agraria entre 2009 y 2017 alcanza los 3.067, según los últimos datos disponibles en la Consellería de Medio Rural y las organizaciones agrarias. La cifra récord de la última década se registró en 2016 con 618 incorporaciones, cuatro veces más que las contabilizadas solo un año atrás, con solo 146 adhesiones, siendo esta la cifra más baja de los últimos diez años. En 2017 fueron 466 los jóvenes que decidieron dedicarse al rural, un 24,5% menos que el año anterior, pero un 46,08% más que las incorporaciones alcanzadas en 2009.

El responsable de Servicios de Unións Agrarias (UUAA), Óscar Pose, aclara que pese al alto número de jóvenes que han apostado por el sector agroganadero en los últimos años la realidad es que el sector no ha crecido: "Que haya incorporaciones no significa que haya un mayor número de explotaciones agrarias".

Las previsiones acerca de los nuevos ingresos en el último año no son tan esperanzadoras como en 2016 y 2017, según avanzan en UUAA. "El incremento producido durante estos dos años se debe principalmente al efecto llamada, al incremento de las ayudas por parte de la administración y a la falta de empleo en las ciudades", sostiene Pose, y adelanta que en 2018 el número de ingresos ha descendido.

Pero las ayudas se quedan escasas para afrontar el nuevo negocio puesto en marcha, máxime cuando hay que rendir cuentas al fisco de estas prestaciones. Desde el sector agroganadero reivindican desde hace años poner fin a la carga de impuestos que tienen que abonar por percibir estas subvenciones. El 30% de las ayudas que la administración proporciona a los jóvenes que se incorporan a la actividad agraria va a parar a la Agencia Tributaria, lo que supone un total de 6.000 euros en subvenciones de 20.000, según cuestionan desde Unións Agrarias. De esta forma, a la mayoría de los perceptores Hacienda se las computa como subvenciones corrientes, es decir, ganancias patrimoniales derivadas de su actividad económica que no están exentas del Impuesto sobe la Renta de las Personas Físicas (IRPF).

Hasta el 2015, los afectados apenas tributaban 200 euros porque el Gobierno central catalogaba las ayudas como subvenciones de capital para generar empleo y modernizar la granja, mientras que en la actualidad la Agencia Tributaria las computa como ganancias primordiales derivadas de su actividad económica que, por tanto, no están exentas del IRPF.

"Si la carga de impuestos es tan elevada, el Gobierno es el que sale ganando", comenta Pose, y reclama "la solución al problema de precios en Galicia" para lograr un avance real en el medio rural, donde se produce el cierre de una explotación agraria de leche al día, según Unións Agrarias.

"El año pasado -de diciembre del 2017 a noviembre del 2018- se produjo el cese de 420 explotaciones de leche, 800 a nivel nacional, por lo que el nivel de incorporaciones no compensa el cierre de explotaciones", advierte.

Hijos de productores que heredan las explotaciones agrarias, personas que tras la dificultad de encontrar empleo en las ciudades vieron una oportunidad en el rural como forma de vida, creadores de nuevas explotaciones... El perfil de los jóvenes que se adentran en el rural es muy variado. Pese a que es más probable obtener rentabilidad en el sector hortícola, más de la mitad de los jóvenes que invierten su vida en el rural lo hacen en el mercado lácteo. "Actualmente seguimos teniendo un rural mayoritariamente envejecido, como en toda Europa, ya que hace falta un relevo de explotaciones", afirma Pose, y adelanta un futuro que estará marcado por la tendencia a la concentración de explotaciones y la desaparición de muchas relacionadas con el lácteo. "Esto significa que cuanto más grandes sean las explotaciones, la producción será mayor y perjudicial para el medio ambiente", comenta Pose.

Esta característica, además de excepcional en Galicia, sería poco beneficiosa. "En la comunidad tenemos explotaciones medias y buenas, si aumentan los costes, pierde calidad y no nos diferenciaría del producto europeo y nacional", concluye.