Nieves Fernández, de 56 años, no tiene colesterol y no ha necesitado el running o ir al gimnasio. Anda entre 10 y 15 kilómetros al día llevando a sus ovejas a pastar. Son una segadora natural del monte, una brigada contra incendios. El modo de vida de esta ganadera de Quintela do Pando (Viana do Bolo) mantiene en el oriente ourensano la tradición que aprendió de su abuela. En 1982 heredó de ella las primeras 18 cabezas y ahora cuida de 400 de raza gallega, una variedad en peligro de extinción que se adapta a los rigores de la montaña y es más resistente a las enfermedades. Nieves produce en una explotación autosuficiente carne ecológica que, lamenta, no se valora como debería: "Estamos vendiendo a un precio bajo, de hace casi 20 años, cuando los costes han subido más del 100%. Lo peor es que si lo aumentamos, no nos comprarían el producto".

Esta crisis permanente del sector primario, donde la dedicación es continua -"el horario de cualquier ganadero es trabajar de sol a sol"- se sumó el año pasado a otra problemática más infrecuente en Galicia, país de la lluvia: una grave sequía que puso en peligro el sector: "Costó mucho. Yo tenía que llevar a las ovejas a beber al embalse de Conso por falta de agua. Para llegar a los únicos pastos que quedaban, había que caminar 17 o 18 kilómetros".

"El año pasado fue criminal", relata Antón Pérez. Tiene 54 años y 92 vacas frisonas. "Los gastos en forraje el año pasado fueron cuantiosos", advierte el ganadero, que lleva 33 años trabajando en el campo y mantiene la ocupación que tenían sus padres. Además, critica el papel de la Administración. "Me sentí muy abandonado. En una reunión que tuvimos con la conselleira, me dio la sensación de que ven Galicia desde Santiago y creen que acaba en Verín y no en Canda. Tienen muy olvidada a esta zona del oriente orensano. Si el problema afectara a otra provincia, o incluso a Ourense pero cerca de la capital, la Xunta habría actuado de otra manera, cuestiona.

A partir de abril, el monte mostró signos de recuperación tras meses de sequía continuada. Los pastos han sido abundantes desde mayo a septiembre. "La meteorología puede acompañarnos o no, pero nuestro principal problema es que el precio del producto que vendemos está bajo, a 30 céntimos el litro, mientras los gastos van cada día a más". Subraya Lina García, de 38 años, que junto a su pareja cuida de 62 vacas y terneros de producción ecológica -heredó la explotación de su madre en 2015-, que "los costes aumentan pero el precio está como hace unos 40 años, o incluso peor. Mi explotación es ecológica pero muchas veces tengo que acabar vendiendo en convencional porque no hay quien compre". Su cabaña está en Fradelo, también en Viana, una comarca del Macizo Central orensano con 210 explotaciones de bovino que suman un total de 12.175 cabezas.

La sequía de 2017 la obligó a comprar forrajes. "El campo empezó a recuperarse en mayo o junio, pero todavía quedan fincas que no dieron todo lo que podían por los efectos de la sequía", advierte. Septiembre fue un mes seco pero, lejos de la situación alarmante de hace un año, gracias al inicio húmedo del verano, hoy las vacas disponen de pasto suficiente.

Castañas

La diferencia climática deja en la comarca una mejor cosecha de castañas, una fuente adicional de ingresos que viene bien a los numerosos ganaderos o agricultores con esta segunda ocupación. "El año pasado, por la sequía y las heladas de mayo, cuando empezaba a salir la flor de los castaños, solo recogí 3.000 dos 10.000 kilos que produzco habitualmente. Este año ha sido muy bueno, el precio llegó a los 2,10 euros. Solo en Viana hay siete compradores. Hay mucha demanda de Italia e Portugal", explica Lina García.

Nieves comparte esa visión: "La diferencia de este año con el pasado ha sido abismal, hay muchas castañas y se han pagado muy bien. Suelo recoger unos 3.000 kilos, el año pasado vendí solo 600 y este año ya llevo unos 2.000".

Dice Antón que la época de frío en el oriente orensano no se parece apenas a las de antaño: "Está en una zona en la que llueve poco y los inviernos ya no son tan duros coma los de antes. La tierra tiene menos humedad que hace años. Hoy en día ya es muy raro que las vacas pisen nieve". Nieves coincide. "El cambio climático se nota también aquí. Antes había unas nevadas tremendas, ahora pueden ser 8 o 15 días en que las ovejas no pueden salir. Los inviernos eran más lluviosos y más largos. También cambió la época en la que llega el frío. El tiempo está descontrolado".

El trabajo en el campo es duro, curte. Pero en una zona cuya altitud media es de 1.200 metros, el entorno es arrebatador. "Tiene que gustar mucho, pero vida como en la naturaleza no hay. A pesar de todos los problemas, entre ellos a veces los burocráticos, soy feliz trabajando aquí, no lo cambio por ningún lugar del mundo. Este aire cura todos los males", concluye Nieves.