Carlos Soria (Ávila, 1939) cumple 80 años en breve. Con 62 años subió el Everest. Le faltan dos cimas para ser la persona de más edad que holla las 14 montañas de más de 8.000 metros. En abril irá a por su décimo intento de subir el Dhaulagiri, donde perdió a un amigo.

-¿Cuál es la razón de este desafío?

-Quiero subir a las 14 montañas más altas del mundo y me faltan dos. Yo alcancé la cumbre central en el Shisha Pangma, pero me falta la principal, unos metrillos más. Y también me falta Dhaulagiri, esta me interesa más. He estado muchas veces y me tiene loco. Parece que sea una relación de amor-odio con ella, pero es todo amor con ella. Me ha pasado de todo.

-Subió el Everest.

-Sí, por un día fui el hombre mayor en subirlo, con 62 años. Horas después lo hizo un señor mayor.

-Vuelve en abril al Dhaulagiri por décima vez. ¿Qué ha pasado para que no hiciese cumbre las nueve veces anteriores?

-Todas las veces volví por sentido común. Ha habido montañas más complicadas, pero no se me resistieron. Por ejemplo, el Makalu lo subí sin oxígeno con 69 años. Fui una vez y lo conseguí. Pero en el Dhaulagiri ha habido distintos factores que no me han dejado subirla: por el mal tiempo, por algún accidente, por lo que sea, no he conseguido subir. Hay otras, como el Everest o el K2 que subí al tercer intento. Y otras cuatro o cinco que también hice en el primer intento.

-Vivió un accidente grave en el Dhaulagiri.

-Sí, una avalancha que arrastró a seis sherpas días antes de que yo atacase la cumbre. Intentaban instalar cuerdas del campamento dos al tres. Uno de ellos desapareció. Siguieron, esperamos a ver si mejoraba el tiempo, pero siguió nevando. Esta es una de las tres montañas que no hace frontera con el Tibet, está más dentro del Nepal, nieva más.

-La edad, para usted, ¿es un factor muy importante?

-Yo no soy ochomilista, sino que he escalado toda mi vida y ahora de mayor me ha hecho gracia todo esto. Me gustaría hacer alpinismo, pero no es el momento, ¿no crees? No sólo es subir montañas, es otras cosas. Hemos ayudado al Nepal, que se porta tan bien como nosotros, ya que estamos ayudando a construir escuelas con mi equipo. Ya llevamos cinco construidas con la ONG Ayuda Directa Himalaya.org. Se llama Ayuda Directa porque lo hacemos directamente, contratamos a la gente nosotros para construir. No tiene ningún gasto, no hay sueldos ni intermediarios.

-¿Y cómo costea sus expediciones?

-He tenido muy buenos patrocinadores. Ahora no tengo nada, pero si me recupero bien de mi última operación iremos a principios de abril y tendremos un patrocinador, aunque todavía no sé quien va a ser.

-¿Qué le ha pasado?

-Me rompí la rodilla esquiando en 1970 y me ha ido dando problemas. He ido superándolo con tratamientos, pero me la retorcí y el médico me dijo que no había más remedio que operar para ponerme una prótesis. Me la pusieron el 15 de octubre y todo va bien.

-Con 80 años y subiendo las montañas más altas del mundo, debe tener una salud de hierro.

-He hecho mucho deporte: todo lo que tiene que ver con la montaña, como esquí de fondo, y me han venido bien los entrenamientos en bici de carretera. Vivo en la Sierra de Morazarzal (Madrid) desde que me jubilé. Hago mucho cardio.

-¿Cuántas pulsaciones tiene en reposo?

-Normalmente tengo 46, algunas veces menos. En altitud a veces he tenido 40. Y en esfuerzo, no suelo subir de 140.

-¿Cuáles han sido sus momentos más complicados?

-He visto muchos problemas, muchas congelaciones en mucha gente. El problema más gordo que he tenido es un amigo que murió en 2001, Pep Garcés, en la segunda ocasión que fui al Dhaulagiri. En la misma expedición estaba Edurne Pasabán. Pep se cayó en la travesía cerca de la cumbre. Es terrible, por eso es una de las razones por las que quiero hollar esa cumbre.

-¿La edad le hace ser más precavido?

-Las montañas las conozco muy bien y cuando sabes que tu cabeza te dice que no, lo mejor es darse la vuelta. En el Kanchenjunga (con 75 años), la segunda vez estaba cerca de la cumbre y cuando se acabó la cuerda muchos se dieron la vuelta. Seguimos diez personas, pero cuando faltaban 200 metros, también me volví. Luego, cinco sherpas no bajaron. Se la juegan jóvenes y mayores. La mayoría de accidentes ocurren en la bajada. Hay que guardar fuerzas y hay jóvenes muy sensatos.

-¿Sigue disfrutando como un chaval?

-Claro, a la montaña voy a disfrutar. No como en la película del Everest, en la que todo parece terrible. En la montaña, la mayoría de momentos son maravillosos. Uno de los récords más importantes que tengo es que nunca he sufrido una congelación y nunca me han tenido que sacar de la montaña. Todo lo he hecho con el máximo sentido común posible.

-¿Hasta cuándo?

-Si he estado en el Himalaya recientemente es porque estoy bien. Nunca seré un señor mayor que haga el ridículo en la montaña. Cuando el cuerpo me diga que esto se ha acabado, pues haré otras cosas, como subir montañas más pequeñas. Soy consciente de que voy a cumplir 80 años.

-¿Le apoya la familia?

-Está encantada de tener un padre, un abuelo y un marido así, hemos hecho mucha montaña juntos. No te puedes ir de casa dejando malas caras.

-¿Alguien le ha sugerido algo así como 'déjalo, que ya estás muy mayor'?

-No, porque me conocen. La vida no se acaba cuando uno se jubila. Nadie debe dejar de hacer cosas por la edad. Por un problema sí, como de corazón, pero por aquello de 'no es que yo tengo ya muchos años', no. Pero debes adaptarte. Lo que no puedes hacer es el ridículo.