El fraude al seguro se está profesionalizando. Así arranca el informe de 2018 de AXA sobre los engaños a las compañías, del que se desprende que los casos de fraudes premeditados el año pasado, aquellos en los que los daños reclamados son reales o ficticios pero todos han sido planificados con antelación, supone ya el 47,5% del total. Es decir, casi siete puntos más que el ejercicio anterior. En cuanto al fraude organizado, que en 2015 representaba el 1% del total, en la actualidad ya supone el 2,6%.

Una de las últimas prácticas de fraude al seguro detectadas es la que afecta a siniestros de empresas que activan su cobertura de responsabilidad civil de manera maliciosa. El cliente de la aseguradora en estos casos es una asesoría fiscal o una gestoría que, en conveniencia con su cliente, planean una estrategia destinada a que éste último evada impuestos. Ésta es una práctica muy similar a la cometida con las pólizas con cobertura de responsabilidad civil de profesionales. En este caso, el cliente de la gestoría despide a un trabajador de manera improcedente calculando una indemnización a la baja a sabiendas.

AXA estima que el uso de herramientas tecnológicas ayuda a detectar más de un 21% de los siniestros fraudulentos, cuando hace cuatro años apenas suponían un 5%.