Es uno de los hombres más poderosos del mundo. Su fortuna ronda los 13.000 millones de dólares, una cifra que le coloca en el puesto 98 del ranking global de ricos, en el décimo en Rusia y en el 15 del sector del retail. Mikhail Fridman, nacido en Ucrania en el seno de una familia judía de ingenieros y residente en Reino Unido, se ha convertido recientemente en el máximo accionista de la cadena de alimentación DIA, sumida en una crisis de negocio y con un ERE sobre la mesa todavía sin concretar. Pero la relación de Fridman con España tiene un capítulo anterior: la marea negra del Prestige. El magnate soviético, que cuenta con un pasado oscuro que vincula sus negocios con Vladimir Putin y con la victoria electoral de Donald Trump, gestó la mayoría de su fortuna en Alfa Group, el grupo empresarial que fletó el petróleo que llevaba el Prestige cuando el viejo monocasco con bandera de Bahamas se partió en dos frente a la costa de Fisterra cubriendo de chapapote más de 3.000 kilómetros de litoral.

Aunque el Estado español intentó entonces que pagara parte de la factura que dejó el desastre medioambiental en la costa española, portuguesa y francesa, finalmente la maraña empresarial detrás de la que se escondía Alfa Group, uno de los mayores bancos privados de Rusia, le permitió no desembolsar ni un euro por los daños que provocaron las 77.000 toneladas que transportaba el Prestige, una carga propiedad del grupo de Fridman.

Tras el hundimiento de petrolero en aguas gallegas, la empresa titular de la carga, la sociedad de comercio Crown Resources, con sede en Zug (Suiza) -propiedad de Alfa Group en el momento del siniestro del Prestige -, fue vendida y rebautizada como Energy, Resources and Commodities Trading Company (ERC) por el daño causado a su imagen corporativa. Aunque la Fiscalía imputó a ERC, finalmente la Justicia no consideró responsable a la fletadora del buque monocasco.

Pese a la venta de ERC, Fridman no se quedó fuera del negocio del petróleo, En 1997 adquirió junto a otros dos socios por 800 millones TNK, una antigua compañía petrolera estatal con intereses en varios campos petrolíferos de Siberia Occidental. Una incursión en el sector que desató varios desencuentros con la británica BP y que finalmente lo abocó a la venta de su participación en la empresa, operación que le reportó unos 14.000 millones.

Su primer acercamiento con el mundo de los negocios estuvo relacionado con la música: mientras estaba en la Universidad dirigía un club nocturno y ganaba dinero vendiendo entradas en los teatros de Moscú. Pero su primer gran negocio fue el de la limpieza de ventanas a finales de los 80. Años más tarde se asoció con compañeros de la Universidad para vender alfombras y ordenadores. Y fue tras la caída de la URSS cuando fundó un banco comercial, Alfa Bank, el séptimo más grande de Rusia por activos. La mayoría de su fortuna procede de este grupo con intereses en la banca y el comercio minorista a través de una red de empresas con sede en Gibraltar, las Islas Vírgenes Británicas y Luxemburgo, según la compañía estadounidense Bloomberg.

Junto con el petróleo, la banca y el consumo son los dos pilares sobre los que Mikhail Fridman, dueño del holding luxemburgués LeterrOne, ha cimentado su trayectoria profesional.

En julio de 2017, el magnate ruso irrumpió en el accionariado de DIA. Entonces, su brazo inversor, LetterOne, se hizo con el 10% de las acciones del grupo de supermercados y en la actualidad ya es el máximo accionistas con el 30%. En este año y medio, Fridman expandió su poder y control en la dirección de la cadena de alimentación hasta renovar casi por completo la dirección y el consejo del grupo.

Con su nuevo desembarco en España, el magnate ruso se enfrenta al reto de reflotar el negocio de la cadena de supermercados DIA -la tercera mayor compañía del sector en España por cuota de mercado- y alejar el riesgo de un naufragio como el del Prestige, buque que la petrolera rusa TNK, englobada en Alfa Group, que él mismo había fletado cuando en noviembre de 2002 encaballó en aguas gallegas.